Quizás es por eso que Cristaldo rememoró con tanta precisión lo que pasó esa tarde-noche del 6 de noviembre de 1990. Cerca de las 20, hacía mucho calor en Corrientes capital, cuando el profesor Dr. Fernando Díaz Ulloque, titular de la Cátedra de Derecho Internacional Privado en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE), lo saludó y deseó éxitos en la profesión.
“Me recibí. Estaba muy contento por el logro alcanzado. Había ingresado en febrero de 1985 y en cinco años estaba recibido. No sabía dónde iba a trabajar ni con quién, y el 13 de diciembre de ese año regresé a mi pueblo, Puerto Rico, con el título de abogado”, comentó.
Pasaron 30 años. “Recuerdo bien cada uno de los hechos pasados, me dice siempre mi amigo y hermano de la vida Miguel Ángel Bareiro, también abogado, que me recibió en su oficina de calle Liniers 52, y en ese lugar empecé a trabajar en la profesión”, acotó.
Su primer “cliente”, fue un amigo de su papá de la fábrica Citrex S.A. que intentó suicidarse cortándose las venas de las dos manos a causa de una situación familiar que no podía controlar.
“Sólo fui a hablar con él después del hecho estando internado en una clínica de la ciudad”. El otro “caso” fue enviar un telegrama a un patrón por un reclamo laboral.
El cartero, “mi amigo Joselo Valenzuela, me dijo que no iba a llevar otro telegrama a ese lugar porque le mordió un perro (que salado empecé)”. Y así se sucedieron los casos y trabajos con el Dr. Bareiro hasta llegar a un buen reclamo por Daños y Perjuicios del que cobró buen capital el cliente y “nosotros buenos honorarios”.
Con ese dinero “le dije a mamá: ´te voy a hacer la casa nueva´, y eso pasó gracias a Dios. Todo el derrotero en la profesión tuvo sus buenos y malos momentos. Tuve mucho trabajo y también buenos ingresos. Conocí a mucha gente en el ejercicio de la profesión”.
Su amigo, el Dr. Pablo Lenguaza lo invitó a participar y fue Delegado del Colegio de Abogados en Puerto Rico. Hicieron muy buenas jornadas académicas, cenas y almuerzos en el Día del Abogado, donde nunca faltó el acordeón de “Puby” Arrúa y la guitarra de Martín Domínguez “nuestros ´musiqueros de las sombras´”.
Hizo muchos trabajos de Derecho Penal, y lo sigue haciendo, “esto es defensas penales a culpables y alguno que otro inocente, de delitos. Lo primero que escuchaba era “yo no hice nada, no sé porqué estoy preso”.
“Todos son inocentes hasta que se demuestre lo contrario. Las causas civiles se tramitan de forma distinta, tienen otra dinámica. Los temas de familia son muy especiales, todos pierden algo en el proceso”, remarcó.
En la actualidad recibe reiteradas denuncias de causas de violencia familiar, las que siempre ocurrieron, pero ahora se hacen visibles. En esos años ’90 “éramos pocos colegas”.
Ya tenían en Puerto Rico los Juzgados Penales y Civiles, “lo que fue un gran adelanto para el desarrollo de la ciudad ya que los colegas de Jardín América tenían que venir a litigar acá, con lo que eso significa en tiempo y gastos. Una vez paramos el remate de 300 hectáreas de chacras de vecinos de El Alcázar, que eran, en su gran mayoría, tenedores precarios de las tierras. El tema se publicó en un diario local”.
Como profesional “eso te hace sentir muy bien y los vecinos están siempre agradecidos y envían chanchos, gallinas, huevos, pan casero, para las fiestas. Ojalá todos pasemos por esa bendición de recibir lo que traen los clientes sin abusar de ello también”.
“Cuando un cliente que está preso recupera su libertad por decisión del Juez te hace sentir bien porque sentís que cumplís con tu trabajo de abogado. El proceso sigue, pero la persona está en libertad, puede trabajar, estar con su familia, ser más útil en la sociedad, y pagar los honorarios, lógicamente”, agregó
Entiende que ser solidarios es muy importante en todos los órdenes de la vida. También ser educado y amable en el trato con los empleados de los juzgados, los funcionarios, los jueces, fiscales, defensores oficiales, personal del cuerpo médico forense, policías, “porque nuestro trabajo depende de todos ellos”.
Y ser también “enérgicos” al defender los casos “en los que nos toque participar como letrados, ser respetuosos y hacer que siempre se nos respete en el ejercicio de la profesión ´como si fuéramos magistrados´, tal como dice la ley. Es una pena que no tenga registros fotográficos de los encuentros académicos ni de los festejos a los que hice mención. Todo está en la memoria de cada uno de los colegas, seguramente”.
Lamentó no poder explayarse en los casos en los que me tocó participar como patrocinante, defensor particular, defensor oficial o fiscal ad-hoc porque algunos casos fueron “realmente muy graciosos”.
Otros no tanto. Treinta años se cumplieron el 6 de noviembre y Cristaldo puede decir, “sin lugar a equivocarme, que dije e hice muchas cosas malas y también tuve algunas conductas buenas, pero acá sigo trabajando en la profesión más linda del mundo (la única que conozco), aunque creo que la educación es siempre superior a todas”.
“Deseo que todos los colegas puedan festejar cada año un año más en el ejercicio de la profesión. Ser abogado es muy especial, somos muy valiosos en la sociedad y debemos participar en cada lugar que nos toque para ser cada día mejores como personas. ¡Salud!”, celebró.