Ya estamos en el tercer domingo de Adviento, el mensaje hoy es enfocarnos en la persona y la alegría. Todos buscamos la alegría, ¿cuál fue el momento más alegre de tu vida?
La alegría es un sentimiento inmenso que abarca una gama enorme de emociones, desde las lágrimas por el nacimiento hasta carcajadas por un buen chiste pasando por una sonrisa plena y serena de satisfacción.
Paul Ekman, conocido investigador del campo de las emociones ha escrito que, la alegría está asociada a sentimientos tan variados como:
*Placer, de todos los sentidos.
*Diversión, desde una risa disimulada a una carcajada.
*Complacencia, un tipo más calmado de satisfacción.
*Excitación, en respuesta a la novedad o al desafío.
*Alivio, como consecuencia de otra emoción, ya sea miedo, ansiedad o incluso placer.
*Asombro, ante algo extraordinario y admirable.
*Éxtasis o arrobo, que nos transporta más allá de nosotros mismos.
*Exultación, tras completar una tarea difícil o atrevida.
*Orgullo rebosante, cuando nuestros hijos obtienen un reconocimiento especial por ejemplo.
*Elevación, tras presenciar un acto de bondad, generosidad o compasión.
*Gratitud, agradecimiento por un acto desinteresado del que somos receptores.
El científico Matthieu Ricard agrega tres estados más:
*Regocijo, por la alegría ajena.
*Deleite o embelesamiento, un tipo de alegría rebosante.
* Irradiación espiritual, un tipo de alegría serena que nace de un profundo estado de bienestar y benevolencia.
La alegría engloba todas estas experiencias humanas, les propongo que repasemos una y otra vez este mapa de la alegría, reviviendo situaciones que identifiquen cada una de las variables.
No se trata de negar el dolor que seguramente todos pasamos en algún momento de nuestras vidas, se trata de cambiar la perspectiva, dejar de poner el foco en la angustia y centrarnos en la compasión, al menos por hoy.
Se trata de ser conscientes que todos sufrimos, pero depende de nosotros quedarnos allí o ir hacia lo que nos devuelva una sonrisa. Abandonar ese espacio de sufrimiento y encaminarnos hacia el aprendizaje que las situaciones dolorosas nos permiten y agradecer por ello.
No podemos evitar sentir angustia o dolor en alguna situación, pero sí podemos aceptar que sucedan como parte de la vida, vibrando en la confianza que ya pasarán.
El desafío consiste en descubrir cómo crecer a partir de ellas. El sufrimiento o la frustración no determinan quienes somos, lo que hacemos con ellos sí.
Aceptemos, agradezcamos y sonriamos. Hoy, vibremos en alegría.