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Una entrevista radial de Pinky a María Elena Walsh en los años 70 fue el disparador para que Carlos Alberto Fangano, entonces secretario de promoción e ingreso del Instituto Antonio Ruiz de Montoya, quisiera conocer a la escritora.
Eran tiempos sin Internet ni telefonía celular, sin embargo, a través de Susana Rinaldi, Fangano hizo llegar una misiva a Walsh y quince días después, sorpresivamente, llegó la respuesta.
“Me llega una carta de María Elena diciéndome cómo le había llegado, mi escrito, tan profundamente. Desde ese momento, comienzo a enviarle las publicaciones del Instituto Montoya, libros, boletines y especialmente la revista Juglaría. No era de contestar seguido, pero siempre me mandaba pequeñas notas destacándome ‘cómo se trabaja en ese instituto’”, rememoró Fangano hace una década en PRIMERA EDICIÓN.
Luego de esas cartas, otra historia se escribió en esta capital: “El 7 de junio de 1991, el monseñor Jorge Kemerer le entregó a María Elena Walsh la medalla al Mérito del Instituto Montoya y, al finalizar el acto, el grupo Enarmonía le cantó la ‘Canción de Caminantes’. Al día siguiente, le pedimos que plantara un árbol de jacarandá en la puerta del Instituto sobre la calle Rioja y aceptó sin problemas, con la aclaración de que se trataba del primer árbol que plantaba en su vida. Lo plantó junto a un alumno del profesorado en Biología y mientras, muchos niños con sus padres y familiares cantaban la ‘Canción del Jacarandá’. Fue la última comunicación que tuve con ella”, relató Fangano.
María Elena Walsh falleció a los 80 años, el 10 de enero de 2011, en el Sanatorio Trinidad, del barrio porteño de Palermo, luego de una internación prolongada a causa de un cáncer óseo.
Sus restos fueron velados en la sede central de SADAIC, en medio de muestras de dolor y gratitud, y al día siguiente fueron inhumados en el panteón que posee esta entidad en el cementerio de la Chacarita.
La autora dejó maravillas literarias y musicales con las que crecieron varias generaciones y con las que crecerán otras tantas.