La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la lepra como una enfermedad infecciosa crónica causada por Mycobacterium leprae, un bacilo acidorresistente con forma de bastón. Afecta principalmente la piel, los nervios periféricos, los ojos, la mucosa de las vías respiratorias superiores y otras estructuras. Según la carga bacilar, la enfermedad puede clasificarse como paucibacilar o multibacilar.
El bacilo se multiplica muy lentamente y el período de incubación de la enfermedad varía entre 9 meses y 20 años, con un promedio de unos cinco años.
La lepra no es muy contagiosa. Se transmite a través de gotículas nasales y orales durante contactos estrechos y frecuentes con casos sin tratar. Es una enfermedad curable y, cuando se la trata en sus fases iniciales, disminuyen considerablemente las probabilidades de discapacidad.
En 1991 la OMS programó la eliminación de la lepra para el año 2000. La meta no se cumplió, pero se hicieron muchos avances gracias a los esfuerzos conjuntos de varias instituciones y a la distribución gratuita de medicación.
Hoy en día el diagnóstico y el tratamiento de la lepra son sencillos, y los países con mayor endemicidad se están esforzando para integrar plenamente la atención contra la lepra en los servicios de salud generales existentes. Esto tiene una especial importancia en las comunidades desatendidas y marginadas con un mayor riesgo de lepra, donde a menudo se encuentran los más pobres de entre los pobres.