“Caminante, son tus huellas; el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar” es una inmortal frase de Antonio Machado, que describe de alguna manera el trabajo incansable que realiza la Escuelita Ambulante “Caminos de Tiza”, una propuesta voluntaria que lleva adelante jornadas educativas para niños y jóvenes de condiciones humildes y discapacitados que residen en aldeas, parajes rurales y lugares recónditos de las provincias de Corrientes, Misiones y Santiago del Estero, entre otros.
Una actividad llevada adelante de manera constante desde 2014, por el docente Julio Pereyra, quien sin importar las dificultades que puedan acarrear la pandemia, los caminos sinuosos y las distancias, llegaba a los lugares más inhóspitos con el fin de educar.
Una labor que tuvo su reconocimiento mundial al obtener por segunda vez consecutivas la distinción “Global Teacher Award” (2019-2020), considerado uno de los premios en educación más importantes del mundo. A esto se agregó el premio Espiral Internacional de España, en la categoría Educación.
El año pasado el proyecto se convirtió en uno de los pilares para sostener la educación de muchos alumnos, en muchas comunidades, que permanecieron aisladas a causa de las medidas sanitarias aplicadas para sostener el incremento de casos de COVID-19 en la tierra colorada. Además, continuó con las actividades terapéuticas y pedagógicas para niños con discapacidad.
Por este motivo parte del reconocimiento obtenido internacionalmente se debió a la aplicación de los diseños inclusivos para personas con discapacidad y también por la innovación en diseño para educación intercultural bilingüe.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN, Julio Pereyra comentó que su trabajo funcionó de manera permanente a pesar de la pandemia y se llevaron adelante distintos proyectos como: “La construcción de una escuela en la selva, logramos conseguir material terapéutico-ortopédico, el armado de cultivos, las ollas populares y las becas de los niños”, destacó.
El año pasado “Caminos de Tiza” realizó distintos trabajos en catorce comunidades diferentes de Misiones, Santiago del Estero, Chaco y Corrientes. “Hace tres años que estoy en Misiones, sobre todo en la zona de Gobernador Roca, Colonia Yacutinga, Capioví, San Gotardo, Puerto Rico, Paraje 130, Andresito y San Antonio”, contó.
Pereyra agregó que “no tenemos vacaciones porque los apoyos terapéuticos pedagógicos para niños con discapacidad son en todo el tiempo, sobre todo trabajando en ortesis y prótesis, no sólo lo educativo. También continuamos con la biblioteca itinerante que es la promoción de la alfabetización y el lenguaje. Asimismo, llevamos a cabo actividades lúdicas recreativas como fútbol inclusivo, juegos, espacios de arte. Además, nuestra presencia, en algunos casos, es la que garantiza que los niños no trabajen, que no sean abusados y que no haya caso de violencia”, sostuvo el educador.
Respecto al período más riguroso de la pandemia, el profesional explicó que la forma de enseñanza que aplicó fue presencial, porque ya venía trabajando con su propio protocolo desde el inicio del proyecto porque para “trabajar con niños inmunodeprimidos o en un contexto donde hay dengue, sarna, lepra o leishmaniasis, teníamos un protocolo de seguridad e higiene, lo que sí, al no haber transporte tuvimos que cambiar el tiempo de permanencia en cada circuito, porque cuando íbamos a una comunidad, teníamos que permanecer días enteros allá. Entonces, a algunas comunidades teníamos que visitarlas dos o tres veces al mes nada más cuando antes era semanal. También desarrollamos cuadernillos e hicimos apoyo escolar a través de Instagram, Facebook, WhatsApp, y esta actividad fue publicada por la Asociación Educar para el Desarrollo Humano, de cómo armábamos las clases digitales, pero siempre lo presencial es la fortaleza de nuestro trabajo”, aclaró.
Enseñanza para la vida
Aparte de la aplicación de las consignas escolares, otras temáticas aplicadas por el profesional hablaban también de la “potabilización del agua, la prevención de accidentes con animales ponzoñosos, la prevención de incendios, educación sexual integral y todas esas cuestiones “que no suelen estar en las currículas de la educación formal. Por ejemplo, a la Escuela N° 36, articulamos el trabajo con los niños con discapacidad en un planteo rural, en otras escuelas articulamos y coordinamos como trabajo intercultural bilingüe como la Escuela N° 761 en la selva. Asimismo, desarrollamos los trabajos de infraestructura y colaboramos en la construcción de algunas escuelas y después obligamos al Estado a construir aulas satélites o anexos”, comentó.
Entre otras actividades, el profesional recordó que en la localidad de San Gotardo recuperaron un salón comunitario que “estaba prácticamente abandonado y lo transformamos en una escuela”.
Vale destacar que Pereyra lleva adelante este trabajo junto a Yanina Rossi. Ambos atienden a cerca de 364 niños en las zonas rurales, barrios periféricos y comunidades guaraníes de Misiones. “En realidad cuando nos dan un reconocimiento tenemos la oportunidad de que los medios se hagan eco de lo que hacemos y es una oportunidad para pedir cosas que necesitamos”, finalizó.
Las vueltas de la vida
Nacido en La Paloma, Rocha, Uruguay, Pereyra llegó a la Argentina en 2014 por una actividad educativa, y es ahí cuando conoció la realidad de la marginalidad y la exclusión, particularmente en los pueblos originarios. “Conozco un basural, por lo que me incita a desarrollar propuestas educativas por mis convicciones freirianas -Paulo Reglus Neves Freire fue un pedagogo y filósofo brasileño, destacado defensor de la pedagogía crítica- de lo que es la pedagogía de la esperanza y porque ya estaba adscrito a una concepción de una pedagogía de la emergencia”, manifestó el docente.
Cree que la docencia lo eligió porque “nunca me proyecté ser educador en esta modalidad ni adscribirme a lo que luego fue la educación inclusiva, los preceptos de la pedagogía de la emergencia, simplemente ingresé a la docencia enamorado de la historia. Por eso estudié Profesorado de Historia, luego hice un giro y un quiebre significativo donde apunto a hoy como didacta y mañana a poder lograr mis sueños de pedagogo”, agregó.
Llegó a Misiones después de haber recorrido parte de Santiago del Estero y de haber trabajado en Chaco y Corrientes. En esta última provincia, “por denunciar y exponer las realidades de muchos niños, analfabetismo, exclusión educativa, que comían de la basura y trabajaban en ella, incluso casos de mortalidad infantil, empiezo a recibir amenazas, censuras y difamaciones”.
Fue entonces que un veterano de la Guerra de Malvinas, Raúl Saucedo, que había hecho informes sobre su trabajo y hacía registro documental, “me convenció de venirme a Misiones con él y a comenzar con esta propuesta aquí antes que me pasaran cosas peores”, advirtió.
Sobre la aceptación de la gente, dijo que “nunca fue buena ni mala” porque, literalmente, “llegamos a los lugares porque la gente nos pide la intervención, conoce nuestro trabajo, nuestra perspectiva, y algún referente comunitario del barrio, maestro, alguien de la comisión vecinal, docentes auxiliares indígenas, al conocer nuestra tarea, piden si podemos ir y ahí contribuimos a la intervención, juntos. Siempre fuimos bien recibidos, es más, hay gente que, hasta el día de hoy, me trata como si fuera de la familia”.
Por convicciones ideológicas, filosóficas, pedagógicas y políticas, aseguró que su “fecha de vencimiento” tiene que ver con esa mirada de la reinstitucionalización del 100% de los niños de las comunidades que aborda. “Es complejo ponerlo en un tiempo porque es mientras mi cuerpo resista, los años ya no son los mismos, ya no puedo cargar sobre los hombros a los niños por kilómetros”, sostuvo.
El impacto del sobrepeso por alimentarme de manera incorrecta y el calor misionero son otros de los puntos que le juegan en contra. “Son cosas que comienzan a pasar factura, por eso lo importante es siempre formar a otros para que continúen el proceso”, aseveró.
Entiende que las grandes escuelas están donde los grandes maestros, no donde los grandes edificios.
Su propósito, su objetivo pedagógico es poder ser algún día “formador de formadores, compartir mis experiencias, sobre todo mis diseños didácticos y todo lo que fueron los materiales, y estrategias, y recursos educativos para la enseñanza que diseñé e innové en este último tiempo, los que me valieron, inclusive, reconocimientos mundiales, poder transmitirlos a los docentes en formación para que a partir de esas ideas, ellos, con su creatividad, ingenio, e innovación, desarrollen mejores propuestas educativas para el futuro”, manifestó.
Al consultar cómo se siente con este proceso y en estas tierras, Pereyra admitió que se producen sentimientos encontrados. “Los logros de llevar a cero el analfabetismo, el abandono escolar, bajar significativamente los índices de repetición, desarrollar material intercultural-bilingüe, lograr la reinstitucionalización de niños, vacunas, DNI, llevar a cero el embarazo, la desnutrición y la mortalidad infantil, son cuestiones muy significativas, pero se mezclan con lo que siento al seguir viendo las problemáticas sociales, culturales y políticas de esta realidad, de esta exclusión, discriminación, segregación, la falta de oportunidades”.
“El reconocimiento mundial por mis trabajos, investigaciones y diseños, se dio después que se empezaran a replicar, después de congresos de educación, publicaciones de universidades y esas cuestiones, mis modelos didácticos. Pasaron del plano académico, pedagógico y educativo escolar cuando la Asociación Educar para el Desarrollo Humano, luego de entregarme el premio Iberoamericano a la labor docente, comienza a publicar mis diseños, mis estrategias y recursos, en base al principio de diseño universal de aprendizaje para las propuestas de educación inclusiva, y docentes de toda Latinoamérica comienzan a replicarlos y aplicarlos, empiezan a difundir mi trabajo y a mostrar los logros que ellos tienen en los procesos de enseñanza”.