El característico sonido del “llamador del afilador” desembarcó en el barrio Itaembé Guazú de la mano (boca) de Hugo Acuña, quien con su flauta de pan sorprendió gratamente a más de uno en el populoso conglomerado habitacional.
Acuña nació en Puerto Piray, Montecarlo, y hace 37 años que inició el andar profesional como afilador o amolador ambulante, profesión que muchos consideran al borde de la extinción.
Él se autoproclama trotamundos, pues asegura que pudo conocer “la mitad de la Argentina gracias a esto”. Viaja con su bicicleta a todos los puntos del país. Por ahora está en Posadas, pero recorre toda la provincia.
Su historia comenzó de casualidad: “Yo jugaba al fútbol y fui a Buenos Aires a probar, un día fui a la casa de un amigo a comer y vi a su papá en la bicicleta. Cuando uno es provinciano y no conoce quiere saber y le pregunté.
Me dijo que si quería trabajar él me enseñaba y aprendí a afilar, no me acuerdo bien pero tendría 18 años, era muy joven y gracias a esto ya conozco la mitad de la Argentina porque donde voy, trabajo; es mi laburo. Cargo la bicicleta arriba del colectivo, ya los choferes me conocen y así viajo continuamente”.
Actualmente, el “hacedor de milagros” recupera hasta las tijeras que se creían perdidas, algunas guardadas durante años en algún cajón de casa, herencia de la abuela costurera y “esas tijeras son las mejores -se apresura Hugo a recomendar-, tienen que cuidarlas porque duran toda la vida”.
Si bien es un trotamundos se reconoce “de acá” y “conozco toda Posadas. Ahora estoy viviendo frente al club Capri, pero voy por toda la ciudad. Posadas está enorme, antes era un pueblito, pero ahora hay tanto por recorrer”.
Allá a donde va tiene trabajo, “estuve en Itaembé Miní y no me quejo, esto me da para sobrevivir. Cuando uno lo toma como un oficio sobrevive en cualquier lado, claro que te tiene que gustar, es algo que lo tomás con ganas o no lo hacés. Es como cuando te gusta jugar al fútbol y te invitan a jugar cuando hace 40 grados de calor y te vas igual. Mirá donde estoy afilando, al mediodía en el sol y ni me molesta”.
De aquí para allá
Hugo Acuña sería algo así como el sucesor de quien los posadeños reconocen como el antiguo afilador y a quien apodan Condorito, Hugo Barraza, tucumano afincado en Posadas de “toda la vida”. Acuña se considera su amigo, “él se dedica al centro, igual ahora ya está grande, pero yo viajo, soy eso: un trotamundos, voy de aquí para allá”, advierte y reconoce la labor de su tocayo.
Hoy “estoy acá y posiblemente iré a ver a mis nietos e hijos a Buenos Aires, también tengo hijos en Bahía Blanca”.
Conversador el hombre, como asador o como afilador viajero, “este oficio te tiene que gustar, es como el albañil, lo vas a aprender, lo vas a hacer y si es por necesidad, lo harás una y otra vez hasta que saliste de donde estabas y ya está, no lo hacés más”.
Y la vida de este afilador transcurre así, desde las 9 hasta pasado el mediodía, horario “en que la gente se desocupa”, para luego quizás despuntar otra pasión, la pesca. “Soy pescador, pero no pesco para vender, es pasa sacarme las ganas, disfrutar, estar un par de horas en el río me gusta, me hace bien. Es para despejarme, desahogarme quizás de estar tanto tiempo en la calle. Puede ser que sea mi cable a tierra, como ya no juego al fútbol, no voy a bailar y no salgo a ningún lado me voy a pescar, es un entretenimiento aparte”.
Mientras arregla el cable que hace girar las ruedas de la afiladora Hugo sigue con la charla reflexionando si su oficio está en extinción, “acá en Misiones no hay muchos afiladores y lo atribuye a que “es un oficio de ciudad, vas a Buenos Aires, Córdoba o Rosario, y tenés 70 mil, donde vas hay afiladores, pero esos viven allí, trabajan en sus zonas, tienen su casa yo no, yo viajo”.
Recomendaciones
A todas las tijeras hay que ponerles aceite de máquina o grasa. Tener más cuidado con las tijeras de podar porque se oxidan, siempre mantenerlas aceitadas.
Los cuchillos también, algunos se lavan como los que no se oxidan, que son de acero quirúrgico, pero de otras hojas no se lavan. Pasarles grasa o dejar como está solamente limpiar con una servilleta de papel y se guarda como está.
No mojar ni tijeras ni cuchillos. Si se mojan hay que aceitarlos enseguida.
Las tablas de picar carne que vienen de vidrio quitan el filo.
Los cuchillos de porcelana se pueden afilar, pero si los golpeás se te parten o si la piedra afiladora se calienta lo rompe.
Afilar unas tijeras puede costar 250 pesos, mientras que un cuchillo desde 150 pesos.