Tira de asado, vacío, matambre, cuadrada, bola de lomo, tapa de asado, carnaza, falda y rosbif son los nueve cortes de carne vacuna más consumidos por los argentinos, que forman parte del acuerdo entre el Gobierno peronista de Alberto Fernández y el sector cárnico para asegurar que el precio del producto no se dispare.
A estos nueve hay que sumar la carnaza y la carne picada, que ya figuraban desde hace tiempo en el programa Precios Cuidados.
Las alarmas se dispararon en el sector de uno de los productos más típicamente argentinos cuando a principios de este año se conoció el dato del consumo por habitante de carne vacuna en el 2020, que resultó ser el más bajo en un siglo.
Época de vacas gordas
El récord histórico de consumo se produjo en 1956, con 100,8 kilos por habitante. Época de vacas gordas. Luego se mantuvo siempre elevado, aunque experimentó un descenso constante, llegando en el 2019 a los 57,5 kilos por argentino, siempre según la Cámara de la Industria y Comercio de las Carnes de la República Argentina.
En Iberoamérica, Argentina sólo es superada por Uruguay. Si sumamos el pollo y el cerdo, cada argentino comió 108 kilos de carne de cualquier tipo en el 2020. El descenso del consumo se explica, en parte, por un cambio en los hábitos alimenticios.
Sin embargo, el tránsito hacia carnes más saludables que las rojas que se está produciendo en los países más concienciados es lento en Argentina, donde además el consumo de pescado -culturalmente poco aceptado- apenas es incentivado desde las administraciones, pese a la gran industria pesquera -sobre todo, para exportación- y los más de 5.000 kilómetros de costa.
También la pandemia y las medidas de distanciamiento han influido en la disminución del consumo, si se tiene presente que el tradicional asado es sobre todo un acto social.
No importa que sea entre semana o el fin de semana, en casa o en restaurantes -que estuvieron cerrados buena parte del año-, la parrilla es el epicentro de reunión de familia o amigos.
Precio
No obstante, la caída del consumo bovino encierra algunas paradojas, como sucede a menudo en la imprevisible economía argentina.
Otra paradoja es que, pese a la caída del consumo, el precio de la carne subió un 78% el año pasado. Más del doble que la inflación, que fue del 36%. Y a pesar del descenso general del consumo por la pandemia.
Eso es lo que ha llevado al Gobierno a pactar una congelación de los precios de los nueve cortes mencionados.
Un panorama desalentador
El acuerdo, que estará vigente hasta finales de marzo, cuando tendrá que renegociarse, supone que la cadena de distribución suministra 6.000 toneladas bovinas al mes para que la carne llegue al mercado central de Buenos Aires y a 1.600 supermercados del país a unos precios fijos que se han retrotraído entre un 12% y un 30% respecto a lo que costaban en diciembre pasado.
De esta manera, el corte más barato de los nueve, la falda, sale a 229 pesos el kilo (1,4 €); y el más caro, el matambre, a 549 pesos (3,2 €).
También puede parecer poco dinero en términos europeos pero es que el salario mínimo argentino está fijado en 21.600 pesos mensuales (127 €). Siempre al cambio internacional de la divisa y no al valor oficial, controlado por el Gobierno.
A eso se suma que la pobreza en Argentina alcanza al 41% de la población, según datos oficiales, y que en el 2020 el PIB cayó un 10,4%. Un panorama desalentador.
Fuente: La Vanguardia