Durante el primer fin de semana del confinamiento, hace ahora un año, el director Adam Mason envió un email al productor Adam Goodman. En el asunto escribió: “¡Idea loca!”. La propuesta era rodar una película sobre la Covid-19 pero ambientada en 2024, con una mutación letal del virus y la sociedad viviendo subyugada por el ejército. Un día después, Michael Bay se sumó al proyecto como productor. Y ahora se estrena el resultado, Inmune.
La crítica ha condenado la película no tanto por su calidad (muy baja, según los expertos) sino por su propia existencia. “Tras meses de miedo, ansiedad, desconfianza y esperanza agotada, ¿os apetece una película que coge todo eso y lo lleva a la máxima potencia? Inmune nos da esperanza de que, por muy mal que vaya la pandemia, siempre habrá gente que pueda beneficiarse de nuestra desesperación colectiva”, escribió Halle Kiefer en Vulture. Dicen que la comedia es el resultado de la suma de tragedia más tiempo, ¿pero cuánto tiempo debe pasar para que una tragedia pueda ser entretenimiento?
Para Mime Misu, tres semanas. En 1912, este artista rumano rodó “En la noche y el hielo” menos de un mes después del naufragio del Titanic. Misu sentó las bases de ese subgénero cinematográfico al apostar por el melodrama humano: la niñera que salvó al bebé de los Allison, una familia de primera clase, para preservar el apellido y la estirpe mientras el resto del clan moría ahogado.
El filósofo Jean Baudrillard decía que “Deseamos violentamente el acontecimiento, no importa cuál mientras sea algo excepcional que rompa la tiranía del sentido. Y, apasionadamente, deseamos a la vez que no ocurra nada y que las cosas sigan estando en orden”.
“Lo imposible” (Juan Antonio Bayona, 2012) recurría a esta fórmula: 90 minutos de tsunami, caos, destrucción, impotencia, pérdida, incertidumbre y muerte rematados por un final en el que el orden (representado por el máximo símbolo del orden desde la segunda mitad del siglo XX: la familia) se reestablece. Ewan McGregor y Naomi Watts regresan a su casa en avión y, a continuación, los espectadores regresan a sus vidas con una sensación de paz.
Casi 230.000 personas en 14 países murieron por el tsunami de 2004. De ellas, 170.000 en Indonesia. En su crítica para The New York Times, A. O. Scott lamentó que la película transmita la sensación de que la mayoría de víctimas del tsunami fueron turistas occidentales sin mostrar los efectos que tuvo en la población local. “Hay complacencia y falta de compasión en Lo imposible, una película que no es tanto una exploración de la destrucción masiva como una historia sobre unas vacaciones arruinadas. Podría decirse que es también una película sobre las consecuencias de la desigualdad global, pero si lo es es solo por accidente”.
Ante las críticas, el director defendió que hizo la película para asegurarse de que el incidente nunca caiga en el olvido. ¿Pero qué pasa cuando, lejos de haber olvidado la tragedia, el público todavía vive sumido en ella?
El director de Inmune la ha descrito como “Romeo y Julieta, pero separados por un virus y una puerta”. El amor es una coartada habitual a la hora de adaptar una tragedia real al cine y divide el subgénero en dos grandes grupos: las películas con enfoque sentimental (ya sea romántico, patriótico, o las dos cosas como Pearl Harbor, de Michael Bay) y las que optan por una crónica histórica austera (Chernobyl). Algunas, pocas, se proponen combinar ambos enfoques con éxito (La lista de Schindler, Titanic) y entonces se convierten en hitos cinematográficos. Pero en realidad Inmune cae en un tercer grupo: las pelis que utilizan una desgracia real para inventarse una historia impactante.
Inmune sabe perfectamente lo que está haciendo cuando un montaje de voces radiofónicas explica todo el contexto que el espectador necesita en 90 segundos: en la 214ª semana del confinamiento, el virus ha mutado hasta volverse letal para todo el que lo contrae (Covid-23) de manera que los infectados son encerrados en campos de concentración a esperar la muerte y el ejército ha tomado el mando de la sociedad.
Casi todos los inmunes trabajan como riders o retirando cadáveres. La trama se centra en el rider Nico (KJ Apa), que está enamorado de Sara (Sofia Carson), una chica a la que solo conoce por videollamada.
UN RODAJE EN PLENA PANDEMIA
Para poder llevar a cabo el rodaje de Inmune en pleno confinamiento, el equipo de la película tuvo que estudiar a fondo el proceso para llevar a cabo la producción. “Contando con el estado de California, el condado y la municipalidad, además de los sindicatos y la comunidad cinematográfica de Los Ángeles, fue posible volver a trabajar con toda la seguridad necesaria”, explica la productora Jeanette Volturno.
Además de mantener la seguridad durante el rodaje, el equipo utilizó imágenes captadas por iPhones, GoPros y cámaras de vigilancia. De esta forma podían reflejar cómo muchos estaban viendo el mundo por entonces. “El lenguaje visual de la película ayuda a que se mezclen las historias de los diferentes personas y a que los espectadores se identifiquen con ellos porque están viviendo una situación parecida, aunque no tan exagerada”, señala el director de fotografía Jacques Jouffret.
Además de este tipo de imágenes, el director pidió que la película se rodara “sin interferencias”. “Casi no se realizaron retoques de maquillaje o peluquería, hubo pocos cortes, no se cambiaron los decorados y las luces se sustituyeron mucho más rápidamente”, recuerda Carson. “Adam pidió que nos moviéramos y fuéramos adonde creíamos que lo harían nuestros personajes. Todo era espontáneo, muy real, aterrador y estimulante”.
Y con todo esto, te recomendamos mirarla solamente si te sentís preparado para disfrutar de un filme que habla sobre la situación que venimos viviendo hace un año, pero de una manera más ficticia.
Acá te dejamos el trailer para que lo veas y decidas si mirarla o no:
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Fuente: Medios Digitales