En orden creciente, Paraguay tuvo en marzo un índice inflacionario de 0,1%, Ecuador 0,18%, Chile 0,4%, Colombia 0,51%, Uruguay 0,62%, Perú 0,76%, Brasil 0,93%; Bolivia se mantuvo en los bajos niveles de los últimos años y cerró marzo con una deflación de 0,12%… Venezuela, con 9,1%, es un caso en sí mismo, un estado desmembrado y hecho trizas a partir del escándalo que representa el madurismo.
Pero la columna no trata de eso, sino de que, en promedio, la inflación de todos los países de América del Sur fue de 0,42% durante el mes pasado, incluso el doble de lo registrado en febrero; y ni así se acercan a los monumentales registros que viene exhibiendo Argentina, que para marzo prepara un nivel de entre 3,7% y 4,2%, algo que sabremos el próximo jueves.
La región experimentó el mes pasado un fuerte impulso inflacionario de la mano de los índices de precios al consumidor en Brasil y Perú, que registraron niveles superiores a los habituales. Sin embargo, todavía se mantiene lejos de los insoportables niveles que mes a mes sostiene Argentina.
Incluso, hay que acotarlo, Venezuela experimentó un fuerte descenso según lo estimado por el Observatorio Venezolano de Finanzas, que observó que el país tuvo el registro más bajo de los últimos años. Por estas latitudes nada de eso se espera todavía.
Los altos índices de inflación combinados con los consecutivos años de recesión, aumento de la pobreza y el desempleo configuran un combo complejo que con la pandemia se volvió letal.
Pero transcurrida la primera parte del proceso volvimos a exhibir tibios índices alentadores. Ahora, con la segunda ola de la pandemia en proceso y todavía sin herramientas ni un sistema robusto que soporte nuevos embates, todo dependerá de la astucia y la perspectiva del Gobierno.
Inmunizar a los argentinos contra el coronavirus y proyectar una agenda de crecimiento a corto plazo se imponen como las necesidades más urgentes.