Para efectuar un trabajo sobre “Familias correntinas, ocupación de tierras y trabajo en la frontera misionera”, un grupo de historiadores de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la UNaM tomó a Don Miguel Montiel como uno de los referentes. Es que no es para menos. Aunque quizás su historia sea poco conocida es muy reflexiva para los días que vivimos ya que este vecino se desempeñó como comisionado municipal (intendente) de Posadas durante el Gobierno de Aparicio Almeida (enero de 1947 a noviembre de 1949). Desde su entorno aseguraron que como político “nunca cobró sueldo” y que, como de manera particular se ocupaba de administrar campos y cabezas de ganado, “mensualmente donaba la carne que se utilizaba en la cocina del hospital central”.
De acuerdo al trabajo desarrollado por la magíster Norma Oviedo -forma parte de un capítulo de su tesis doctoral-, Miguel Montiel nació el 30 de marzo de 1897, en Corrientes, donde fue inscripto como hijo de Teresa Montiel.
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Vino a Misiones en 1918 para hacerse cargo de los establecimientos “San Borjita” y “Santo Tomás”, propiedad del doctor Adolfo Contte, que se encuentran en el límite con Corrientes, y se componen de 20 mil hectáreas de campo. Una vez establecido en la capital misionera, se casó con María Luisa Casadella, con quien tuvo cuatro hijos: María Ofelia, Miguel Ángel “Nenote”, Olga Zunilda y José Luis “Chino”.
En 1935 compró por su cuenta 100 hectáreas de tierra, vendiéndolas luego. En 1940 adquirió un campo de 1.800 hectáreas a Isabel Borga viuda de Masso, vendiéndolo después a Fortunata Ibarra viuda de Vedoya. En el mismo año compra en un remate realizado en Corrientes y por intermedio del Dr. Francisco Fernando Contte, 9.700 hectáreas en el departamento de Ituzaingó, pagando la ínfima suma de 4.500 pesos, o sea, menos de 50 centavos la hectárea. En 1945 compró 900 hectáreas que obsequió a su esposa la que, a su vez, había heredado 830 hectáreas. Desde 1918 se ocupó de la compra y venta de ganado y de terrenos, tanto en el campo como en la ciudad.
Cuando liquidó en Misiones el Banco de Londres y América del Sud, fue Montiel quien hizo la última operación a crédito, comprando varias propiedades urbanas con cuya venta luego ganó 70 mil pesos. Fue proveedor del Ejército Nacional con asiento en Misiones y del Hospital Regional de Posadas. Asimismo, abastecía con ganado en pie a toda la costa hasta el puerto de Iguazú, calculándose un total de seis mil cabezas anuales. Operaba con un vasto crédito bancario en entidades como Banco Español del Río de la Plata, Banco Popular de Corrientes, Banco del Comercio de Corrientes, Banco Popular de Misiones, y Banco de la Nación. Tenía en sus campos mil cabezas de ganado vacuno.
Señalan los autores que se caracterizó por ser el hombre de negocios con una visión clara, ajustado siempre a las normas, de una conducta intachable. Contribuyó de forma espontánea a cuanta iniciativa haya surgido para el bien de Misiones. Es difícil encontrar una sola institución social o de beneficencia que no haya recibido pruebas de su generosidad.
De las familias que fueron examinando, las que se establecieron en territorio misionero compraban tierras/chacras/propiedades/animales y se dedicaban: a la producción de yerba, al negocio inmobiliario, al comercio en almacenes generales, al servicio de transporte y a la venta de ganado; combinando, en varias ocasiones, dos o más de esos rubros; salvo algunos que sólo ejercieron sus funciones de profesionales.
Sin embargo, otras familias tenían bienes económicos en el Territorio Nacional de Misiones (TNM), fundamentalmente tierras, y residían en localidades de Corrientes.
Montiel incrementó su patrimonio familiar con múltiples bienes: vacunos, yerbales, casas y varias propiedades en Posadas y sus alrededores; además de un atractivo capital en suma en dinero ya mediando el siglo XX. Existen descendientes de su familia en Posadas, residiendo en propiedades que le habían pertenecido, y recuerdan que Teresa había sido una “criada que oficiaba de sirvienta en el establecimiento de una familia de la élite correntina”.
Bajo el mismo techo
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Las nietas de Miguel, Tilda Elizabeth Ramos, hija de María Ofelia, y Gisela Belén Montiel, hija de José Luis, guardan “muy gratos” recuerdos del abuelo, que falleció a los 50 años. La primera por convivir con él en su pequeña infancia y, la segunda, por los comentarios que siempre efectuaba su padre, el más chico de los cuatro hermanos. En las reuniones familiares los recuerdos siempre acechan.
Lo que más fresco tiene Tilda en su memoria es que “vivíamos en la casa de calle Santiago del Estero, y en el frente de la casa había una oficina de venta de cabezas de ganado. Mi abuelo era el intendente y a mí me sentaban sobre la mesa y me ponían unos “moñazos” en el cabello porque tenía que acompañarlo hasta la Municipalidad en un mateo. Después no sé con quién regresaba. Cuando murió, yo tenía cinco años. No recuerdo mucho. Mi abuela María Luisa -de padres uruguayos que llegaron a la zona porque también tenían campos en Corrientes- me contaba que era un hombre excelente, muy colaborador, que ayudó mucho. Durante toda su vida también dio una mano a los obreros”.
Añadió que en esa época tenían dos estancias: “El palenque” y “La querencia” a las que, al bajar del colectivo, “debíamos entrar a la altura de San Borjita. Después de recorrer de a caballo por varios kilómetros, estaba la primera propiedad, seguías un poco, y en el fondo, estaba La querencia”.
Tilda, quien fue la primera maestra de educación especial de la provincia, recibida en Buenos Aires, agregó que los Contte trajeron a su abuelo “como capataz porque ellos eran los dueños de San Borjita. Sus dos hermanos, sus sobrinos y su mamá, Teresa, quedaron en Corrientes, pero él se encargó de darle bienestar a todos”.
Indagando en la historia familiar, Gisela contó que, inicialmente, Miguel Montiel venía a Posadas para comprar los insumos que necesitaba para el campo y que, luego, comenzó a quedarse, como otros tantos de la zona. “Yo conservaba una fotografía del frente de la casa -por la ahora calle Santiago del Estero- donde estaban atados los caballos, porque ésta era una propiedad muy grande. La profesora Oviedo encontró avisos publicitarios de la época que daban cuenta de la venta de ganado. Es la misma edificación en la que habito, la que funcionaba como vivienda familiar de mis abuelos y tíos, pero tenía otra fachada, fue remodelada pero parte de la construcción fue conservada porque los cimientos son muy fuertes, con paredes muy anchas”. Los cuatro hijos de Montiel nacieron en ella, tenía un comedor inmenso y dormitorios para cada uno de los integrantes de la familia.
Añadió que primero era encargado de unos establecimientos y luego, comenzó, de a poco, a comprar sus cabezas de ganado y a abastecer con carne a varios lugares de Posadas. En esas idas y venidas, conoció a Don Aparicio Pereyra Almeida, con quien entabló una relación de amistad, y luego formó parte de su gobierno. Su gestión como comisionado duró muy poco tiempo -durante todo el año 1948-, ya que en un tedeum realizado en la catedral se “murió arrodillado”. Todos los asistentes habían salido del templo y Montiel quedó en uno de los bancos, como tardaba en salir, fueron a verlo y se dieron cuenta que había fallecido.
“No había comentado a nadie que estaba enfermo pero tras su deceso se dedujeron algunas de esas cuestiones. José Luis, su hijo más chico, también fallecido, siempre recordaba que a los once años había hecho un viaje en barco a Buenos Aires, en compañía de su padre, que había pedido que lo acompañara. Se tomaba hasta Corrientes o hasta Paraná, y se hacía trasbordo a uno más grande, o a un tren. Decía que en esa ocasión no fue como los demás donde hacían trámites bancarios y demás, sino solamente para acudir al médico del hospital Militar, por aparentes problemas coronarios. Mi papá quedó muy impactado con ese viaje, porque fue como una despedida”, manifestó Gisela.
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Sostuvo que como fue hijo de madre soltera, “tenía como esa cuestión de dar al que no tiene, como visibilizar esa propia carencia, una infancia relegada. En uno de los libros sugieren quien era el padre, pero no fue inscripto con el apellido del progenitor. Se presume que fue porque la madre era una trabajadora rural y el hombre era uno de los dueños de estancia, algo muy común para la época”.
A esta nieta, que es magíster en Relaciones Internacionales e Integración Regional, le llama la atención que a los quince años su abuelo haya comenzado a administrar campos, a moverse en el ambiente como si conociera la actividad desde siempre, por eso “creo que las familias de la zona, sabían quién era, y le daban para que administrara sus cosas. Es raro que a una persona tan joven se le diera tanta responsabilidad. La pregunta es ¿cómo llegó a tener esa cantidad de cosas en tan poco tiempo. En treinta años hizo mucho, es como si alguien lo ayudaba o lo recomendaba”.
Aseguró que a pesar de no tener estudios, Montiel tenía mucha capacidad. “Ese poco tiempo que estaba como comisionado era muy puntilloso en todo, en los números, en lo económico, en los documentos, en sus cuestiones personales”, acotó. Murió joven, inesperadamente, y fue sepultado en un panteón del cementerio La Piedad, justo a la entrada del camposanto. La abuela María Luisa “fue una mujer con agallas porque quedó viuda joven y tuvo que hacerse cargo de sus campos porque los hijos seguían sus estudios en un colegio de Paraná, Entre Ríos. Algunas propiedades se fueron perdiendo por desconocimiento. En algunos casos, no sabían que era lo que tenían”.
Los que escribían sobre la gestión de Almeida, siempre dedicaban unas líneas a Montiel. En la Municipalidad de Posadas se guardaban muchos de esos escritos que fueron devorados por el fuego en 1994 cuando el incendio destruyó el edificio anterior. Tal es el caso de Martín González, un exdocente de la Facultad de Ciencias Económicas, de la UNaM, que fue secretario de Aparicio Almeida, y escribió un libro sobre el gobernador del entonces Territorio Nacional de Misiones. En el escrito, dedicó un espacio al comisionado de aquel entonces, por quien sentía un especial aprecio.
“En un cumpleaños que compartimos González nos contó que era jovencito mientras se desempeñaba como secretario. Un día fue al despacho de Montiel y, como al pasar, le contó que se iba a casar, que estaban en los preparativos pero que aún no tenía nada. Al terminar la reunión, el intendente le dijo al muchacho que pasara por la tarde porque le tenía que entregar algo. González pasó, y se encontró con que Montiel le había dejado en una cajita el dinero suficiente para que se comprara una casa. A pesar que le dijo que no podía aceptar el regalo, insistió con que lo hiciera, y que lo fuera pagando como pudiera. Fue una cuestión de palabra que se saldó hasta el último centavo. González, agradecido a Montiel, siempre que veía a su nieta, recordaba: ‘Gracias a tu abuelo tuve la casa’”.