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Hoy vamos a conocer a Claudia Chonka, oriunda de Corpus. Una docente que día a día sigue capacitándose y el arte para ella es un salvavidas.
Estudió Magisterio en la Normal Nº 5 “Fray Mamerto Esquiú” de San Ignacio. Para ella decirlo en medio renglón es sencillo, como varios de su generación, de esa época y en esos lugares rurales, viajaban juntas varias chicas, salían “a dedo” para que nos lleve “fulanito” que salía a cumplir sus labores. Para el regreso, debían retirarse media hora antes para tomar el último colectivo que entraba a Corpus o caminaban en grupo los 7 km si no lograban ingresar al pueblo como salíamos: “a dedo”. En esa época se conocían entre todos.
Corrían los años 90 y después de recibirse de Profesora Elemental para la Enseñanza Primaria le pidió permiso a Don Mazal, su empleador, que para ese entonces actuaba de “abuelo adoptivo”, para tomarse las primeras vacaciones en cinco años para cumplir con la inscripción pertinente en el Consejo de Educación, así consiguió su primer trabajo como docente, Profesor de Artística en la Escuela Nº16 de Corpus, interino.
Docente de profesión, la que se construye cada día. Se capacitó en muchas áreas del conocimiento que siempre le parecieron necesarias para la actividad humanista y para su propia vida. Cursos de Sociales, Literatura, Matemática, de Administración y Organización, de Mecanografía, Corte y Confección, que sólo sumaban centésimos a su Currículo, con las tecnicaturas un poco más. Incluso se capacitó en Cooperativas y Mutuales, logrando que pueda sortear no pocos problemas que surgen en una sociedad carente de valores.
Ante la falta de oportunidades, siempre con la ilusión de darle a sus hijas un mejor vivir, pensaba que tendría que salir de su pueblo para lograrlo. Ante los cambios sociales vividos hasta el momento, ninguna de esas capacitaciones fueron en vano, hasta llegar a la conclusión que dicta la literatura “todo sirve, lo que no se usa, se recicla”. Todo le sirvió y le sirve.
Hablando de arte en general, la primera maestra en crochet fue su tía Clarita, con quien pasaba las vacaciones y la veía tejer y destejer, a los 7 años. Con la pintura específicamente, en primer lugar fue su vecina Letty que le dio clases de pintura sobre tela. Después de mucho tiempo asistió a clases con Ingrid Krâupl en San Ignacio para acompañar a su hija buscando una “actividad salvadora”. También lo hacía por ella, se tranquilizaba, las horas pasaban sin sobresaltos. Valeria Garibotti llega a su escuela, con quien proyectó talleres de pintura murales contando nuestra historia jesuítico-guaraní en las paredes. En la desesperación de “salvarse”, como lo describe ella, ante la ausencia de mi mamá, llegó al Atelier de las Monarcas, para descubrir la pintura al óleo, junto a un gran número de mujeres y varones que buscan enaltecer nuestra propia existencia.
Asegura que pinta menos veces que los demás, pero lo hace con esfuerzo. Y cito: “Claudia, mi tocaya, de un gran carisma y empatía, me dijo al explicarle mis motivos y en cierta forma excusarme porque ‘no sé cómo me va a salir’ me dijo: “no te preocupes, todos estamos acá aprendiendo y buscando una salida”. Otras dicen que se trata de “un cable a tierra”, todas estas aseveraciones son ciertas. Doy fe que en nuestra provincia existen excelentísimos artistas, artesanos, emprendedores que hacen cultura, esa que construye, esa que salva vidas”.
Claudia asegura que el arte y su expresión en primera instancia, “Salva Vidas” y este objetivo es más cotidiano e inconsciente de lo que creemos. El Arteterapia es una deuda pendiente.