En un sistema internacional interconectado, pero principalmente vinculado por sistemas económicos, ser diplomático es fundamental, aunque de nada sirve si las intenciones no van acompañadas por hechos concretos.
Argentina, en la persona del presidente Alberto Fernández, acaba de concluir una ronda de consultas en busca de apoyos mientras negocia nuevas y mejores condiciones para hacer frente a sus deudas con organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y las naciones acreedoras agrupadas en el Club de París.
Durante cuatro días el mandatario recorrió países europeos desde donde se trae muestras de apoyo tácitas. Hasta allí la diplomacia, tanto de Argentina como de los líderes europeos. No podría esperarse otra cosa.
De hecho, hace más de seis décadas que mandatarios y ministros argentinos recurren al Club de París para pedir nuevas y mejores condiciones.
Lo mismo que la actual directora del FMI, Kristalina Georgieva, escucharon sus predecesores Christine Lagarde, Dominique Strauss Kahn y otros.
La particular recurrencia argentina a organismos internacionales para pedir nuevas y mejores condiciones de pago sólo se iguala a la cantidad de veces que recurre a ellos. En algún momento habrá que pasar de la diplomacia a los hechos concretos.