Estefanía Oleksow vivió en esta ciudad buena parte de su juventud, mientras desarrollaba tareas en la joyería Alemana, de San Lorenzo y Córdoba y, más adelante, en el comercio del mismo rubro, que había instalado su hermano Francisco. Después de un tiempo de trabajar en equipo, viajó a Buenos Aires en busca de otras posibilidades laborales. Consiguió empleo en la prestigiosa joyería Escasany. En la gran urbe también encontró el amor al entablar una relación con Wenceaslao “Waceck” Rymasewski, un exsoldado polaco que había llegado a Argentina después de la Segunda Guerra Mundial. Juntos administraron hoteles y otros emprendimientos. Ya en la vejez, Estefanía regresó a Misiones y pasó sus últimos años en compañía de los más cercanos. La arquitecta Liliana Oleksow, sobrina y ahijada de esta inmigrante, fue quien compartió con ella momentos intensos que hoy regala a los lectores.
Surcar los mares
Estefanía nació en Lwow, una ciudad polaca que ahora se encuentra en territorio ucraniano (Lviv), el 1 de agosto de 1925. Cuando tenía 13 años, su papá, Gegorio Oleksow, decidió inmigrar a la Argentina. El hombre había estado en la Primera Guerra Mundial y, con vistas a la Segunda, no quería que sus hijos experimentaran una contienda bélica. Fue así que junto a su segunda esposa, Marta Mazurkievicz, y a sus hijos Francisco (padre de Liliana y de Francisco José) y Estefanía, partieron hacia Argentina -Juan, el hijo del primer matrimonio de Gregorio, también se radicó en Buenos Aires. No emigraron juntos. Vino después de la guerra-. Con ese fin ya habían comprado un terreno en Colonia Lanusse, como parte de lo que sería la inmigración de los polacos a la Zona Norte de Misiones: Colonia Lanusse y Colonia Wanda. En 1938 llegaron al puerto de Buenos Aires, vinieron en tren hasta Posadas, y en barco viajaron hasta Puerto Bemberg, que era el lugar más cercano a estos dos poblados, organizados por la Compañía Colonizadora del Norte.
Para esta familia, que en su tierra natal se dedicaba al comercio, fue muy difícil dedicarse a las tareas agrícolas. Particularmente en Lanusse, que tenía el problema de ser un territorio un poco más inhóspito, porque era pedregoso, poco cultivable, sobre las Sierras del Imán.
Aún así, se pusieron a trabajar en la chacra, porque el país necesitaba agricultores. En esas 25 hectáreas armaron una casita de madera muy humilde y empezaron a trabajar con grandes dificultades. Llevaron una vida dura. Plantaban tabaco, mandioca, lo necesario para la subsistencia, y se ayudaban mucho entre colonos.
Al poco tiempo, Francisco, dejó la chacra para ir a trabajar a Puerto Bemberg. Más tarde vino a Posadas y consiguió trabajo en la joyería Alemana. Su propósito inmediato fue traer consigo a toda la familia. Fue entonces que volvió a Colonia Lanusse para convencer a Gregorio. La idea prosperó. Vendieron la chacra, y se instalaron en el populoso barrio El Palomar.
Ya en la capital de la provincia, Estefanía también formó parte del equipo de joyería Alemana ya que ambos hermanos habían hecho cursos de relojería por correspondencia. “Sabían arreglar relojes, que es algo que en la época se utilizaba mucho. Eran personal muy útil para el comercio. Trabajaron allí por un buen tiempo hasta que mi papá abrió su primera joyería al lado de la iglesia catedral, frente a la plaza 9 de Julio. Se pusieron a trabajar juntos, a la par. Pero mi tía quería tener otra posibilidad de vida, otro tipo de actividad, y después de algunos años decide radicarse en Buenos Aires”, manifestó Liliana Oleksow.
La joven consiguió trabajo en la joyería Escasany mientras vivía en una pensión, como una trabajadora más. En 1950 conoce a “Waceck”, su futuro esposo, que acababa de llegar al país, después de haber participado en la Segunda Guerra Mundial. Venía con un grupo de soldados que trataba de buscar un nuevo destino. Se dedicaron a la hotelería, y trabajaron intensamente. En 1998, cuando su compañero cae enfermo, Estefanía vuelve a Posadas para pasar sus últimos diez años.
Mujer memoriosa
Liliana supone que al llegar a la Argentina, por la edad, su tía ya había terminado la primaria. Lamentablemente, “aquí no pudo hacer estudios de manera organizada, pero era una persona autodidacta. Era una gran lectora, socia de la Biblioteca Popular Posadas. En sus últimos años se leyó todo lo que había en ella. Era una persona muy culta y muy preparada, por motus propio. Tenía sus opiniones políticas, tenía sus cuestiones muy definidas, pero siempre en un sentido autodidacta”.
Aseguró que su relación con ella “fue muy intensa ya que era su ahijada. El matrimonio no tuvo hijos, entonces, yo y mi hermano Francisco, fuimos como sus hijos. Como su ahijada era con quien tenía mayor afinidad desde cuando yo estudiaba arquitectura en La Plata. En esos años estuve muy cerca de ella que, por aquel entonces, vivía en Buenos Aires”.
Los últimos años, cuando se radicó nuevamente en Misiones, “me ocupé de acompañarla y de ser como la hija que no tuvo. Era una persona de carácter difícil, por la misma vida que llevó, por su situación, de haber pasado muchísimas cosas. Pero una persona sana, fuerte, súper emprendedora. Tal vez lo único que le marcó era no haber podido armar la familia que quería, porque no pudieron tener hijos”.
Cuando se dedicaban a administrar los hoteles tipo pensión, “ella se ocupaba personalmente de la limpieza, del cuidado. Era una excelente cocinera sobre todo de comidas de origen polaco. Se vinculaba con la comunidad polaca de Buenos Aires. Era como que estaba en actividad vinculada a esas cuestiones. Pero también siempre con ese sesgo de soledad, de haber tenido que dejar a su patria, esa cosa de la nostalgia, de haber sentido que tu vida se corta por tener que emigrar tan joven. Nunca volvió a Polonia, mi padre tampoco lo hizo. Así que no pudieron ver cómo pudo levantarse Polonia después de la guerra. Es una cuestión que no pudieron visualizar nunca. Si bien tuvieron planes de viajes, nunca se concretó”.
Según su sobrina, Estefanía, que falleció en Posadas en 2008, a los 81 años, guardaba muchísimo las historias familiares. Era muy memoriosa. “Hay cosas de la familia que la sabía sólo ella y las terminó confesándome. Cuestiones que no eran secretos familiares, pero casi. Es como que ella mantuvo siempre más la memoria, que mi padre. Recordaba más cosas, más historias. Fue una persona que en sus últimos años a mí me alimentó mucho con todos esos recuerdos, esas historias familiares que, de pronto, mi padre, con otra vida o con otros intereses, no las transmitió. Me llegó a contar sobre la vida de mi abuelo, su filiación política, cuestiones por las que había pasado y porque había decidido emigrar después de la guerra. Ella tenía como una gran idea de la cohesión familiar. Manifestaba mucho esos recuerdos. Lo que le tocó vivir con sus padres, porque de sus abuelos prácticamente no había memoria”.
“Fue la que me redondeó la historia familiar, es la que más tiempo tuvo y posibilidad de hablar de la historia familiar. Y de hablar mucho de Polonia, de lo que habían dejado, de los familiares que habían quedado. Si bien no tenemos contacto, era una familia muy grande. Fue muy difícil para todo ellos el momento de emigrar. La salida del puerto de Gdansk, que era de donde salían los barcos, sobre el mar báltico, es algo que recordaban como algo ‘emotivamente muy fuerte’, además de la llegada a este territorio ‘tan difícil, tan distinto’ al suyo”, acotó, emocionada.
“Cultivaba la literatura, le gustaba leer historias de vida. Era una persona que comentaba de los libros y sobre los países como si hubiera estado en ellos. Disfrutaba de tal manera la lectura que internalizaba y podía manifestar como si estuviera presente, cuando en realidad su único viaje fue ese que comenzó en Polonia y culminó en el monte misionero. Su imaginación fue muy frondosa y abierta. Le hubiese gustado viajar, tener otra posibilidad, pero fueron solamente los libros los que le dieron siempre esa posibilidad”, señaló.
Estefanía pasó buena parte de su juventud en Posadas, asistiendo a las reuniones de tipo social, rodeada de amistades -Wanda Skupieñ era su mejor amiga. Mi tía le tenía mucho cariño-, y siempre trabajando muchísimo. “Esa era la constante de su vida. Era una joven muy elegante. Le gustaba muchísimo la ropa fina, vestir bien, producirse, estar a la moda. Siempre se mostraba muy presentable en su aspecto”, rememoró Liliana.
Según relataba la protagonista de esta historia a su sobrina, el viaje fue largo, como de tres meses. La familia siempre recordaba el paso por el Ecuador, porque se hizo una fiesta en el barco en ese momento. También la “parada” que hicieron en Dakar, saliendo de Polonia, a aguas territoriales del Atlántico. Es que allí tuvieron la posibilidad de ver por primera vez a una persona de color. Eso les llamó mucho la atención. Contaban que era un médico, que al ver que esos chicos lo miraban tanto, sacó una servilleta del bolsillo, les mostró que era blanca, la pasó por el brazo y la volvió a mostrarla, como diciendo: este es mi color. “Era como que el profesional se dio cuenta que los adolescentes nunca antes habían visto a un negro”, acotó.
En Buenos Aires se alojaron en el Hotel de los Inmigrantes por varios días, hasta que los embarcaron hacia Posadas, donde llegaron a la exestación de trenes -actual costanera-. Luego viajaron en barco hasta el actual municipio de Puerto Libertad. Colonia Lanusse quedaba a unos 80 kilómetros del trazado de la ruta 12, y los recorrieron en carro polaco, por caminos acordes a la época.
Lanusse era una colonia en la que la compañía colonizadora tenía todas las tierras adjudicadas para 1938. Inclusive había un agrimensor polaco que trabajó en la mensura y terminó siendo un colono más de la zona. Si bien no fue tan pujante como Wanda, en los primeros tiempos mostró un avance. Legó a tener una escuela, alrededor de la que se desarrollaban variadas e importantes actividades que llevaban a la unión, a darle a los recién llegados un sentido de pertenencia. Es decir, trataban de transmitir el lenguaje español, las actividades y festividades criollas. Eso formaba parte de un programa nacional como para aferrar a esos inmigrantes a ese nuevo territorio. Se levantó la capilla de madera “Sagrado Corazón de Jesús -que más tarde fue motivo de estudio por parte de la arquitecta-. Con el paso de los años la zona registro un crecimiento pero “mis padres y abuelos abandonaron el lugar mucho antes que se produzca ese avance”.
La inmigración, en tres etapas
Según Liliana Oleksow, cuando se estudia la inmigración en Misiones, se puede dividir, según el antropólogo Roberto Abínzano, que es quien desde la antropología investigó más el tema, en tres etapas. La inmigración organizada por el Gobierno argentino, que se ubicó en Apóstoles y Azara, fue la primera en arribar, alrededor de 1900. La segunda inmigración es la organizada por compañías, y se va dando vida a la zona de Capioví, Montecarlo, Puerto Rico, por Carlos Culmey, y Adolfo Schwelm, en Eldorado. Al mismo momento, Argentina vende tierras del Norte, de Wanda y Lanusse. Las adjudica a un conde polaco para armar otra colonización en el Norte. “Este hombre ofrece las tierras y los inmigrantes que buscaban salir de Polonia en ese momento, tenían la oferta en una colonia en la que iban a ser todos polacos. De esta manera es que mi abuelo, cuando comienza a armarse todo el conflicto con vistas a la segunda Guerra Mundial, empieza a desesperarse por salir, comienza a recorrer las calles de Varsovia, que quedaba a unas cuatro o cinco horas de Lwow, y a averiguar en las Embajadas. Salir del país era el objetivo”, rememoró.
El primer trámite que hizo fue para viajar a Cuba, pero la posibilidad se cerró de inmediato. Luego sería la zona de Curitiba, en Brasil, donde también había mucha colonización polaca. También se había cerrado debido a la proliferación de la peste de la fiebre amarilla. La única opción que quedaba era la Argentina. Puntualmente, la oferta era hacia estas dos colonias: Wanda y Lanusse, para las que se estaban vendiendo tierras en Polonia. “Es por esa razón que el abuelo ya viene con una tierra comprada. Evidentemente había todo un movimiento de ventas”, estimó.
La tercera inmigración, según dice Abínzano, es la espontánea. La que llegó mucho después de la Segunda Guerra, también desde Brasil, pero con otro tipo de mecánica. “Es como que hubo distintos modelos de colonización en Misiones según el estudio del antropólogo”, enfatizó Oleksow, quien calificó al matrimonio como “ejemplo de vida y de trabajo”.