Durante algún tiempo trabajé con Atlas, la otra pasión, un equipo de fútbol de la cuarta división. ¡El último de los últimos! Solía preguntarles a los jugadores: “¿Cuál es el objetivo de un equipo deportivo?”. Casi todos ellos respondían: “Ganar”.
“No, el objetivo no es ganar porque esto depende de muchos factores aleatorios: el viento, el frío, la forma de jugar del otro equipo, etc.”, era mi respuesta.
El objetivo de todo equipo debería ser dar lo mejor. Y lo mismo aplica a nuestra vida. Cada vez que tenemos un desafío por delante, ganar depende de muchos factores. Algunos son internos y otros externos, por lo que no los podemos manejar. Por eso, nuestra meta frente a un reto que la vida nos presente siempre tiene que ser dar lo mejor de nosotros. Independientemente de lo que hagan los demás.
Tal vez hago algo y no me va tan bien como lo esperaba; pero, más allá del resultado que obtenga, si di lo mejor que pude dar, entonces ya gané. Si sos padre y tu hijo se saca una buena nota, o una nota no tan buena, tu pregunta hacia él o ella debe ser: “¿Diste lo mejor que podías dar?”. Eso es lo más importante.
En una oportunidad, un profesor del secundario, les dijo a todos los chicos: “Este es el último examen y quiero decirles que están todos aprobados. Tienen un 6 como nota, así que pueden retirarse. Pero, si alguno quiere quedarse y hacer el examen, no hay ningún problema”.
Todos los jóvenes salieron corriendo felices; solo tres de ellos se quedaron. El profesor los miró y les preguntó: “Chicos, ¿no entendieron? ¡Los aprobé a todos con un 6! (que era la nota justa para aprobar). Ustedes, si quieren, también pueden irse”.
“No, profesor, queremos hacer el examen”, le respondieron. “Perfecto, tomen entonces la hoja que está sobre sus pupitres”. Cuando los tres dieron vuelta la hoja, vieron que decía: “Estimado alumno, quiero decirle que tiene un 10. Lo felicito; a usted, le va a ir muy bien en la vida porque no es alguien que se conforma con un 6 sino alguien que quiere dar un poco más”.
Enfócate siempre en hacer “tu máximo esfuerzo”, en superarte a vos mismo. Quizás tu máximo no sea el mismo que el máximo de otro. Es por ello que jamás tenemos que compararnos con nadie. Lo único útil para crecer es pararse en el propio máximo y dar hasta donde cada uno es capaz de dar, lo cual debe ser saldado con uno mismo. ¿Qué significa esto?
Que si frente a cada desafío te dispones a hacer lo mejor, según tus fuerzas y el momento evolutivo en el que estás deberías sentirte satisfecho, satisfecha. Buscá siempre ser un poco mejor, pero desde la paz y el contentamiento personal. Sin compararte ni competir con nadie. Y, sobre todo, perseverá hasta el final sin bajar nunca los brazos.
Hoy más que nunca necesitamos desarrollar el hábito de ser perseverantes para activar nuestra habilidad innata de seguir adelante a pesar de los obstáculos. Si lo hacemos, tarde o temprano, cosecharemos todo lo sembrado y llegaremos a la meta.