
El domingo 15 de julio de 2018, una joven de Puerto Iguazú, de 19 años y que participaba de un curso de la UAR en Formosa para ser árbitro de rugby debió suplicarle a otro misionero que la trajera de vuelta a Misiones en su automóvil, porque un referente deportivo no cesaba en su actitud de acoso sexual y ella se sentía atemorizada, ya sin alternativas para esquivarlo.
Apenas 45 días después (31 de agosto de 2018) el mismo hombre que la amedrentó dentro de su vehículo un año antes en Posadas camino al club Centro de Cazadores para un curso de referato, juró ante los ministros del Superior Tribunal de Justicia y autoridades del Poder Ejecutivo y Legislativo provincial como juez de Familia y Violencia Familiar 2 de Puerto Iguazú, en la Tercera Circunscripción Judicial.
Dos años y nueve meses después, Pedro Alberto Fragueiro (49) fue destituido. En total, 6 denuncias penales en su contra -y con expedientes aún en el fuero de instrucción- dispararon dos pedidos de jury en su contra que el lunes pasado resolvió el Jurado de Enjuiciamiento de Jueces y Magistrados por unanimidad y por “falta de cumplimiento de los deberes de funcionario”.
Los siete integrantes del Jurado analizaron la conducta de Fragueiro, acusado en cinco de las seis denuncias por “acoso y abuso sexual simple”. PRIMERA EDICIÓN tuvo acceso a las voces de estas cinco víctimas, todas con coincidencias en la descripción de los hechos, todas acorraladas y atemorizadas para callar.
“¿Por qué no tenemos algo?”
En la denuncia de la joven deportista y estudiante, hoy de 22 años, se remarca el miedo al hombre antes que se convirtiera en juez. “El 8 de julio de 2017, Fragueiro era encargado del referato del rugby misionero y me llevaba en su automóvil hacia el club Centro de Cazadores, pero lo detuvo, me tomó una pierna y comenzó a subirse encima mío dándome besos en el cuello obligadamente porque yo me resistía. Me decía: ‘Por qué no tenemos algo, por qué no me devolvés los besos’. Yo sólo le respondía que tenía pareja y que él tenía una familia con hijos de mi edad. Le grité que por favor se detuviera pero me insistió: ‘Podemos mantener todo esto en secreto, mis hijos no tienen que enterarse’. Cuando llegamos a la cancha pude comunicarme con otra persona y retorné a Puerto Iguazú”.
Otra de las víctimas, una mujer de 38 años que le solicitaba a Fragueiro le resolviera trámites referidos a su separación y manutención familiar, señaló en su denuncia: “Me mandaba mensajes de texto que decían: ‘No me llames doctor, decime Pedro, te espero en el juzgado cuando vos quieras, no vayas a perder su sonrisa’”. La simpatía y la sonrisa la perdió por completo el 18 de febrero de este año cuando el juez la citó a su oficina, la del “botón rojo”.
“A las 9 me presenté en el Juzgado ya que el me manifestó que debíamos hablar sobre algo. Fui a su despacho y cuando ingresé me dijo que cierre la puerta y me tomó de las manos e intentó que me sentara en su regazo y que le tocara la zona de la entrepierna, me dijo: ‘No te pongas nerviosa, besame dale besame, acá nadie nos ve, no te preocupes que nadie va a entrar’. Comencé a lagrimear y le dije que me quería ir, hasta que logré escapar y llamé a mi novio y mi abogada”.
“Preparó el camino”
La joven que dio el paso determinante para la destitución de Fragueiro fue una empleada del Juzgado de Familia y Violencia Familiar de Iguazú. En abril primero en redes sociales y luego ante la Fiscalía de Instrucción 3, la también estudiante de abogacía de 23 años fue determinante: “Ingresé a trabajar en febrero y desde el primer día comenzó a ejercer presión psicológica. Me pedía que entre al despacho sola y cerraba con un dispositivo especial (botón rojo) para que nadie pudiera abrir la puerta desde afuera. Con la excusa de hablar de trabajo me llamaba a reuniones y hacía comentarios sobre mi cuerpo y me decía que iba a poder tener una excelente carrera”.
“Preparó el camino y pasó al contacto físico, me pedía abrazos y ante la negativa me tomó por la fuerza presionándome sobre su cuerpo. La última vez cuando me convocó y me tomó de la mano y comenzó a olerme el cabello y me dijo: ‘qué rico olor que tenés, hace tiempo miro tus fotos en Internet y me encanta tu sonrisa’. Logro alejarme y no sabía si golpearlo o gritar. Pero me dijo: ‘No te preocupes que si no presiono el botón nadie puede entrar’”.
Las restantes denunciantes, una empleada judicial de Oberá de 33 años y una niñera (hoy de 32) de los hijastros de Fragueiro entre 2005 y 2008, relataron el mismo trato y miedo al juez de 1,90 metros de altura: “Me agarraba de atrás y me decía ‘no va a pasar nada si vos no contás a nadie’”.