El término “multifacético” es el que mejor describe a Héctor Marcelino “Neco” Duarte Salina (64), quien recientemente cumplió 50 años de trabajo al servicio de la comunidad, como cartero de San Ignacio. Ingresó al correo el 17 de mayo de 1971, cuando tenía apenas 14 años, como mensajero menor. A los 18, lo designaron mensajero mayor y, a partir de ahí, su carrera fue en ascenso: se desempeñó como cartero, telegrafista, auxiliar y jefe de oficina, que es el cargo en el que permanece desde el 3 de septiembre de 1997, cuando se inició el período de privatizaciones. “Este año celebro 50 años en la profesión, y lo bueno de esto es que esa antigüedad es la que figura en el recibo de sueldo. Generalmente había que tener 18 años para que se empezara a contabilizar, pero a mí me sumaron desde los 14, casi como una excepción. Cumplí 50 años dentro de correo, pero a los 11, cuando cursaba el quinto o sexto grado en la Escuela Nº 15, al lado de las Ruinas Jesuíticas, ingresé como cadete de la primera entidad bancaria de la localidad, que era la Caja de Crédito”, manifestó.
En 1955 la familia de Arnaldo Schmidt vino a radicarse en la localidad, y se instaló a 500 metros de la casa del “cartero”. Sus hijos se recibieron de maestros, y Carlos Alberto era gerente de la Caja de Crédito. “Él me eligió para que trabajara ahí porque cuando ellos llegaron, papá les fiaba en el bar-almacén. Después, él necesitaba un cadete, y le pidió a papá si yo podía venir. Me llevó para hacer mandados, para limpiar el piso, y después me hizo ingresar”, sostuvo.
La Caja de Crédito estaba en la esquina donde ahora funciona una farmacia. En la caja se encontraba José Mario “Pepe” Yuni; en cuenta corriente, Francisco Eduardo “Ñato” Cardozo; en caja de ahorro, Perla Cipriani; “Neco” era el cadete, y Carlos Schmidt, el gerente. “Había cerca de 600 cuentas corrientes. Llegaba alguien y decía necesito saber la cuenta de Abraham Tato, y yo decía: la 135. La de Faustino Garay, la 199. Tenía 12 o 13 años pero memorizaba todo, aprendía como hacían, siempre fui voluntario de ir con la bicicleta a traer la carta, urgente, ida y vuelta. Escuchaba que Yuni le cargaba a ‘Ñato’. Y decía: ‘este muchachito va a ir lejos’, y el otro respondía: ‘cómo no va a ir lejos, si vive cerca de Villa Ema’. Y se reían”.
Cinco candidatos
Cumplía tareas de 6 a 12, y por la tarde iba a la escuela, cuando se enteró que en el Correo se había producido una vacante. En la Caja le entregaban un recibo en el que decía “abónese tantos pesos por limpieza”, pero cuando pasó al correo el sueldo se quintuplicó y empezó a figurar como empleado nacional. El “contacto” fueron los mismos muchachos de la entidad postal. Es que como vivía a la orilla del pueblo, en el límite de la zona rural, venía todos los días en bicicleta a la Caja de Crédito, y después hacía los mandados al correo, que quedaba a dos cuadras de la sede actual -estaba donde funciona la escuela normal, en un edificio alquilado-, llevando las cartas certificadas, las intimaciones, entonces todos los conocían. “Éramos cinco los postulantes para un solo cargo. Todos eran del pueblo, hijos de gendarmes, guías de las ruinas, que estaban buscando un empleo. Todos querían ingresar, y había que evaluarlos. Los muchachos del correo, que me conocían, me recomendaron porque por mi empleo anterior tenía experiencia, antecedentes, referencias”, acotó.
Empezó a trabajar en mayo como mensajero transitorio y el 31 de julio cobró su primer sueldo, con retroactivo. En octubre lo titularizaron y su nombre fue publicado en el Boletín Oficial. El jefe lo llamó y le pidió que trajera los datos de su núcleo familiar (sus padres: Patrocinio y Leonor, y hermanos: Elba Rosa, Graciela, Mercedes, Carlitos y Luis. Virgilia ya había fallecido), a fin de ingresarlos a la obra social a su cargo. Al retirarse de la oficina, le advirtió: “prepárese, porque va a ingresar porque los muchachos pidieron por usted”. El auxiliar Argentino Liberato Ortíz, nacido en Santo Tomé, Corrientes; el cartero, Hans Enrique Krieger, de Santa Ana, y Faustino Garay, fueron quienes lo recomendaron.
En la Caja de Crédito ganaba estimativamente cuatro mil pesos y el sueldo del Correo debía ser 16 mil, pero después hubo un aumento por lo que, finamente, recibió 24 mil por mes. El primer desembolso fue destinado a “aprovistar” con harina suelta, azúcar y demás productos, el bar-almacén “El cabureí”, propiedad de su padre, Patrocinio Duarte Salina, que “era como los shopping de ahora, porque tenía de todo”. Su madre, Leonor María Centurión, amasaba empanadas y chipas para contribuir a la economía familiar, vendiendo en el comercio. “El primer sueldo causó en casa una alegría total, se aprovistó, se dio impulso al negocio”, confió “Neco”, que no se había inscripto en el colegio porque “papá me dijo que una vez que trabaje, no me preocupara por el estudio”. Como venían desde el Paraguay a jugar al gofo, al billar, “cuando no había luz yo tenía que prender el ‘lampium’ -candil que se usaba en la región-”.
Su padre era paraguayo, nacido en Barrero Guazú, Cambyretá. Trabajó primero en el establecimiento La María Antonia, perteneciente a la familia Herrera Vega, donde se iniciaron las primeras plantaciones de yerba mate (las tenían en Misiones y en Nueva Alborada, Paraguay). Después fue a Corpus, luego a Gobernador Roca y, finalmente, en 1948, a San Ignacio, donde se estableció con su bar-almacén, ubicado sobre Paraguay y Lavalle. El comercio funcionaba en una antigua casa de piedra, que había comprado, y permaneció al frente hasta 1992, que fue el momento de su deceso.
Su madre había nacido en Santo Tomé. Era hija de un matrimonio uruguayo que se estableció en Corrientes. “Neco” entiende que será por eso que “me gustan las milongas, José Larralde, el chamamé y las polkas. Cuando comenzó el boom de las radios FM, allá por 1990, empecé un programa en FM Guaraní, cuando la directora era Claudia Liliana Lazcano. Lo llamé ‘La hora del Cabureí’, y ahí pasaba polka y chamamé y saludaba a toda la gente del pueblo porque, como era cartero, los conocía a todos. Ahora estoy en FM Cooperativa pero pasé por la FM Contacto de Gobernador Roca, con Raulo Viola, que como buen entrerriano bautizó al programa ‘Entre lagunas y esteros’. En esos tres años de programa llegábamos a todas las colonias. Todos querían hacer publicidad conmigo. Me hice muchos conocidos por el correo y por la radio. Hasta ahora me reclaman por allá. También estuve en Santa Ana, donde pasó a llamarse ‘Aquí canta el litoral’, siempre pasando chamamé. Cuando volví a San Ignacio, siguió con su nombre original”, manifestó.
Escuchaba siempre al recordado Silvio Orlando Romero, de 5 a 6, con “Mi tierra roja”, y de 14 a 15, con “La hora del Yasy yateré”, por lo que incorporó a su tarea radial muchos de sus dichos. “Mientras estudiaba en el secundario tenía un tocadiscos Ranser con un long play, donde escuchaba la radio. En el dial sintonizaba a Jorge Valdez, que era de La Cruz, Corrientes; a Adelio Suárez, entonces había una mezcla de chamamé con polka, que papá como buen paraguayo, escuchaba mucho”, agregó, quien sale al aire los sábados de 9 a 11, diferenciando los 30 años de radio con los 50 del correo. A uno de los bloques lo denominó “Por las calles de mi pueblo” y el otro continúa como “La hora del Cabureí”.
Aseguró que lo de la radio “es un hobby. Es todo improvisado, lo voy haciendo sobre la marcha, me acuerdo de toda la gente del pueblo de memoria, y los saludo. Los vecinos escuchan su nombre y se ponen felices. Para los cumpleaños de quince, por ejemplo, comparto poemas de Pedro Damián Maidana, un poeta amigo de Colonia Helvecia que ahora vive en Garupá-. Escribe sobre las madres, sobre el Dr. Otto Pigerl, de Santo Pipó, le ponía un fondo del pianista Richard Clayderman, y los leía”.
Los buenos deseos
Por lo general, “Neco” repartía los expresos y telegramas. Nunca olvida cuando entregó una carta a una señora que vivía al frente de la Escuela Nº 15, que estaba esperando una carta de su hija, residente en Caseros, provincia de Buenos Aires. “Escuchábamos que, a los carteros de Buenos Aires, les daban una propina al entregar una carta. Y acá esperábamos lo mismo. ‘Te agradezco tanto y el regalo que te quiero hacer es desearte que el día que te cases, lo hagas con una buena mujer. No tengo una propina para darte, pero espero que Dios te mande una esposa, buena compañera, porque me emociona recibir esta carta de mi hija, que tanto estaba esperando’. Ahora agradezco los deseos de Doña Salomé pero en ese entonces, tenía entre 15 y 16 años, y pensaba en la propina, quería una platita para comprarme una coca, no pensaba casarme. Ella estaba muy emocionada porque hacía mucho que no tenía noticias. Ahora me doy cuenta que me llegaron bien los deseos”, resumió entre risas. Vivió un momento emotivo cuando llevó a su padre el aviso de la jubilación.
Hace 38 años contrajo matrimonio con Ramona Norma Gauna, una docente nacida en San José -recibida en Posadas-, que conoció cuando la maestra vino a ejercer a Colonia Roca Chica, Santa Rosa, en Gobernador Roca, “cuando yo andaba por todos lados”. Cuando el padre Max bendijo la unión, de tanto llamarlo “Neco”, no recordaba el nombre completo del novio. Preguntó a los presentes, quienes tampoco pudieron responder. Entonces dijo, “bueno, ‘Neco’”, y siguió con la ceremonia.
De esa unión nacieron: Roxana, Patricia, Paola y Diego Marcelo, que siguió los pasos de su padre. Ingresó al correo hace cinco años.
Inquieto como es, “Neco” también hizo de guía dentro de las Ruinas Jesuíticas, durante seis años, y mientras cursaba el secundario. “Es que cuando repartía cartas, hablaba con los muchachos que me decían ¿querés venir a guiar? Y entonces, en vacaciones de julio, que era cuando venía muchísima gente, pedía licencia en el correo y me ocupaba de esto que, de paso, me generaba otra entrada”. En esa patriada tuvo como profesor a Eduardo César “Toti” Correa, que participó del concurso Odol Pregunta, con Cacho Fontana. Otro era Sergio “Piti” Ferreyra, era también guía de las reducciones.
Tanto en vacaciones de julio como en Semana Santa, “guiábamos hasta diez excursiones por día. Se le explicaba sobre el portal de ingreso, la convivencia de los aborígenes con los jesuitas. Me tocó guiar a Alfredo Oscar Saint-Jean, general que reemplazó en la presidencia a Galtieri. Vino desde Apóstoles con una comitiva de quince personas y no estaba ninguno, entonces me dijeron ‘Cabu’ -por Cabureí-, ¿querés guiarlos?, y lo hice sin problemas. A la salida me dieron un cenicero de porcelana y un billete de los últimos”. También hizo lo propio con Darío Vittori, Amadeo Carrizo, el exfutbolista Daniel Onega.
El expresidente de facto, “Jorge Videla vino con su madre, pero lo atendió el profesor Correa”, acotó.
El cartero también fue monaguillo del padre José Max durante tres años. Este sacerdote, de la Congregación del Verbo Divino, construyó la primera Escuela de la Familia Agrícola (EFA) en 1986. Había traído un modelo desde Reconquista, Santa Fe. Permaneció en este lugar desde 1960 a 1989 y durante esos 20 años se ocupó de construir capillas, escuelas, como la Nº 44, y la Nº 101, de María Antonia. Luego se retiró a la localidad de Ruiz de Montoya, donde conformó una cooperativa de trabajo. “Estuve tres años de monaguillo. Por ahí se encontraba en Posadas, de golpe iba a Asunción, pero siempre llegaba para el horario de misa. Tejiendo sus redes solidarias, logró traer al prestigioso Ballet Brandsen para una fiesta patronal de San Ignacio que se hizo en la Plaza de Armas de las Reducciones, donde levantaron un escenario”, rememoró, emocionado al evocarlo.
Añadió que cuando el correo se privatizó, había una campaña que “las oficinas que más vendían tenían premio. Él ya estaba en la zona de Capioví pero venía y me compraba a mí. Mandaba hasta dos mil cartas de salutaciones a Alemania”.
“Cuando terminé quinto año, en 1978, viajamos a San Carlos de Bariloche. Éramos 14, y como salimos desde el frente de la iglesia, el padre José Max subió a bendecir al grupo. De paso, nos facilitó folletos de las Ruinas Jesuíticas para que hagamos propaganda en el Sur. Estaba en todos los detalles. Era un genio. Sus restos descansan en el predio de Fátima”, en Miguel Lanús.