La aceptación no es resignación. Aceptar es entender que si algo llegó a nuestra vida, es lo mejor para nosotros, viene a traer un aprendizaje y está en nosotros poder encontrarlo. Todo tiene un propósito.
La aceptación no se trata simplemente de “aguantar” el dolor que algo nos produce, sino que es abrazarnos a nosotros mismos y dejar que esa situación entre a nuestro corazón, procesarla para permitir que nos transforme y luego salir de eso diferentes, fortalecidos, entendiendo de algún modo que vino a enseñarnos esto.
La aceptación es el primer paso de todo cambio y de todo camino de crecimiento, muchas veces no es fácil porque implica ver algo feo o doloroso que nos está pasando. Es frecuente intentar no ver, vivir como si nada pasara, pero eso solo demora el proceso de crecimiento y hace que todo se vuelva más grande y más difícil, tarde o temprano, tendremos que verlo.
La aceptación es cuando dejamos de decir dos frases: “esto no me pasó a mí, yo no soy así” o “¿Por qué me está pasando esto, es muy injusto?”. Es cuando dejamos de pelearnos con nuestra realidad y entendemos que la tenemos en frente, que golpeó nuestra puerta y es un hecho irrefutable, sólo resta preguntarnos, ¿Qué haremos con esto?
La aceptación es una actitud de valentía y de confianza en Dios y en nosotros mismos, es entender que por muy difícil que sea podremos atravesarlo, si golpeó nuestra puerta vino por algo y es seguro que nosotros tenemos la fuerza para procesarlo y superarlo si aceptamos y vemos que recursos tenemos para poder mejorar o superar lo que nos está sucediendo.
Rendirse nunca es una opción. Una vez que entendemos y aceptamos es importante buscar ayuda, alguna persona que haya pasado por lo mismo o que tenga los conocimientos que aún no tenemos para que nos ayude a transitar el camino de la mejor forma y nosotros poner nuestras ganas de salir adelante, de tener los ojos bien abiertos para ver todo lo que haya que ver por más doloroso que sea y a cada paso, detenernos y abrazarnos por nuestra valentía, por la fuerza que estamos poniendo.
Sin darnos cuenta, ese camino que empezamos a andar, ese proceso, empieza a transformarnos, vemos que tenemos mucha más fuerza de lo que jamás soñamos, que no importa lo fea que pueda ser una situación, somos mucho más que eso y al final del camino sentimos que valió la pena lo vivido, nuestro corazón se llena de amor hacia nosotros mismos y de gratitud hacia Dios que nos mantuvo fuertes y a las personas que nos tendieron su mano mientras transitábamos nuestro camino de aceptación y superación.