Si respiramos lento y profundo mientras sonreímos dulcemente, experimentaremos e irradiaremos amor y calma. En efecto, la respiración superficial y acelerada que se percibe en un rostro ceñudo puede ser indicio de enojo o estrés. Los estudios científicos asocian la respiración con el sistema nervioso autónomo y también revelan conexiones neuronales entre los músculos faciales y dicho sistema, indicando también una relación entre la sonrisa y la actividad parasimpática que es tranquilizante y desestresante. En su descripción de las técnicas de relajación, Rosemary Payne también menciona estudios acerca de la influencia de la expresión facial en las emociones, indicando que si una persona sonríe sus sensaciones de estrés tenderán a disminuir.
Entonces ahora, a pesar de las difíciles circunstancias que atravesamos como humanidad, démonos un espacio-tiempo de calma para relajarnos como nos enseñan en la clase de Yoga, cómodamente tendidos hasta dejar de sentir el peso del cuerpo y liberarlo del trabajo de sostenernos, mientras dirigimos la atención a la respiración sin intentar alterar su ritmo pero conscientes de su movimiento desde el abdomen.
Luego de unos momentos iremos ralentizando el ritmo respiratorio al aflojar el diafragma, para así alcanzar un estado de placidez y distensión porque sabemos que las tensiones mentales inciden en la contracción y descontracción del plexo solar. Y como todas nuestras emociones como el temor, la ira y la alegría modifican el movimiento respiratorio, iremos buscando el proceso inverso que enseñan los maestros, soltando, relajando, respirando y sonriendo suavemente.
Los yoguis ya lo sabían desde hace siglos, empleando técnicas respiratorias con una dulce expresión en el rostro para inducir estados de relajación y aquietar las turbulencias mentales.
Y nosotros podemos también buscar momentos de calma en el ajetreo diario, simplemente sentándonos, dándonos “un respiro”, aflojando el diafragma, respirando con calma y sonriendo para mejorar el manejo de las situaciones. Incluso podemos acordarnos de respirar y sonreír unos instantes mientras caminamos, o conducimos o en medio de las tareas, para dejar aflorar la suave dulzura que viene del alma. Namasté.