En esta tribu, cuando alguien se comporta de forma inadecuada lo llevan al centro de su aldea y entre todos lo rodean. Durante dos días le recuerdan a esa persona todas las cosas buenas que hizo.
Parten de la creencia que cada uno de nosotros viene al mundo siendo bueno y deseando seguridad, amor, paz y felicidad. Sólo que a veces, en la búsqueda de nuestro lugar, en el devenir de la vida, cometemos errores, -significados por ellos como gritos impacientes de auxilio en el anhelo de sentirnos especiales y buenos-, y estos errores nos llevan a fallar en el comportamiento.
Entonces, se reúnen para ayudar a reconectar al miembro de la tribu que ha fallado con su verdadera naturaleza, recordándole quién es en realidad para que pueda darle la mano de nuevo a su verdad.
Así, cuando esto ocurre, todos le repiten:“Sawabona” que significa:“yo te respeto, te valoro y eres importante para mí” y esa persona responde:“Shikoba”, que quiere decir: “entonces yo soy bueno y existo para ti”. Este acto de reconocimiento reconstruye el interior malherido de la persona que agravió sabiéndose querido y valorado.
Esta hermosa costumbre me lleva a reflexionar sobre la importancia de las palabras, y como hacen a nuestra calidad de vida dependiendo como las usemos:
Con los demás: la diferencia que podemos hacer en la vida de otra persona al reconocerlo, verlo, respetarlo y manifestárselo. El impacto que tiene recordar a alguien que nunca es demasiado tarde para ser quien quiera ser. Por más que este recordatorio nos requiera paciencia -como a veces sucede con nuestros hijos-, se gana mucho mas de esta manera que con violencia. Todo el tiempo estamos comunicando, a veces con palabras, otras con gestos, tonos, posturas.
Ganamos mucho más con paciencia que con la violencia de un portazo o un grito.
El segundo punto me lleva a pensar en las palabras que nos decimos a nosotros mismos y esta necesidad de mirarnos para conocernos, escucharnos, revisar nuestras conversaciones internas, nuestros prejuicios hacer espacio a las emociones que estos nos generan para regularlas y de esa manera ser asertivos a la hora de decir o pedir lo que necesitamos
Y en tercer lugar, las palabras que elgimos para nuestras conversaciones con el misterio de la vida. Esto es, si vamos por la vida pensando que somos así, que no podemos cambiar, echándole la culpa de lo que nos sucede a quien sea que se nos cruce en el camino, o bien, confiamos en el enorme poder transformador de la palabra dicha con amor -SAWABONA- recordándonos que es posible transformarnos para salir adelante, asumir lo que nos toca y superarlo.
Siempre viene bien el recordatorio o mirada sobre la manera en que estamos recorriendo nuestro camino y la certeza que, más allá de cómo lo estemos haciendo, estamos a tiempo de rectificar nuestro hacer para sentirnos orgullosos.
No importa cuantas veces erremos, lo importante es que podemos comenzar de nuevo.
SAWABONA queridos lectores y lectoras de Sexto Sentido.