Lo difícil no es aceptar como somos; lo verdaderamente difícil es aceptar cómo son los demás.
Jeanne Louise Calment fue la novia del pintor Van Gogh. Vivió 122 años rompiendo el récord de longevidad, por lo visto le gustaba vivir ¡la vida! Nació en Orly, Francia.
Para tener una referencia respecto a su edad, tenía tan sólo 14 años cuando empezaron a construir la Torre Eiffel, al tiempo se puso de novia con el famoso pintor Van Gogh: “Era sucio, siempre estaba mal vestido y era sombrío”, comentó Calment en una entrevista que le hicieron en 1988.
A los 85 años practicaba esgrima, y a los 100 andaba todo el tiempo en bicicleta. A los 90 años Jeanne Louise, ya no le quedaban herederos, llegó a un acuerdo con André-François Raffray (un abogado de 47 años), por medio de un contrato en el que se acordaba que heredaría su casa si le pagaba 2.500 francos al mes.
Raffray (el abogado) pagó durante 30 años esa renta pero por paradojas del destino murió antes y su esposa continuó pagando hasta la muerte de Jeanne Louise.
Qué difícil se hace escribir después de conocer un poco a Madame Calmet, ¿no?
Aceptar quien eres tú. El filósofo San Agustín decía: “Conócete, acéptate, supérate”. Yo sólo me conformo con conocerme. Y no es fácil. Saber qué nos gusta verdaderamente. Qué deseamos y qué no deseamos. Luego, viene la parte más difícil, la parte que dice: conoce al resto de la gente y acéptala cual es.
Tener la misma paciencia con los demás que la que tenemos con nosotros mismos. Dejar de juzgar los comportamientos de los demás teniéndonos a nosotros como centro de esos comportamientos. Casi siempre pensamos que la gente nos hace las cosas a nosotros. Como si cada uno de ellos estuviera pensando en cómo jorobarnos la vida. Completamente ridículo.
Aceptemos cómo son y cómo no son. Ese es el puntapié para comenzar a conocernos nosotras: cómo somos y cómo no. Siempre he odiado esos espejos de cuarto de baño de hotel que sirven para buscarse los pelos que nos comienzan a crecer en la cara y arrancárselos con las pinzas para disimular lo evidente. Cómo los aborrezco de verdad, jamás me compré un espejo con aumento y así voy, contándome las arrugas desde lejos y evitando ciertos complejos tan comunes en nosotras las mujeres.
Pero qué paradójico me resulta ahora que cualquiera pueda contarme las arrugas con tan sólo un gesto de sus dedos pulgar e índice abriendo la foto que he enviado –en mi vanidosa ingenuidad- por whatsapp. O poniendo la lupa al máximo en la pantalla de la computadora para escudriñar mi rostro en cualquier foto de Facebook.
Pero recapitulemos, nos exponemos voluntariamente al ojo crítico ajeno en cuanto utilizamos cualquier aplicación que permita envío de fotografías o cuando subimos una foto a las redes y no vale rasgarse las vestiduras porque ya sabíamos los riesgos que implica el asunto (cuando no usamos algún filtro que nos deje un poco más tersa la piel).
¡Qué peligro, por todos los dioses antiguos y modernos, qué miedo da el asunto ahora que me doy cuenta! Ahí estoy –estamos-, mostrando sin pudor ni vergüenza los michelines en esa foto en la que el sweater se nos ha arrebujado alrededor de la cintura o la tintura sin hacer y mal disimulada con el pelo peinado de costado, las patas de gallo numeradas del uno al cincuenta, las manchas en la piel de tanto sol, las arrugas de la vida en sus surcos nos miran tan divertidamente.
A partir de los 50 vivir conlleva a la aparición de algunas dificultades: descenso de status, enfermedades, soledades, nidos vacíos y la jubilación tan temida. Pero no todo son pérdidas, también hay ganancias. A no desesperar.
Sólo pensemos: ¿eres una de esas personas que sufren parálisis por análisis y piensas demasiado pero no haces nada? Te has leído mil libros, has visto mil conferencias, visitas mil blogs, te sabes toda la teoría habida, pero sigues paralizado lamentando tu suerte. “¡Pobre de mí que no sé qué hacer con mi vida a esta edad!”.
Vivir en la ficción: en algunos momentos, incluso crees que un día de estos va a venir una nave nodriza, te va a abducir y que cuando te traiga de regreso a casa todos tus miedos se habrán solucionado. Así que nada, esperas que llegue la nave, quietita en tu sofá, envidiando a las mujeres divinas, gimnastas y con un pelo maravilloso al viento que luce de 30 cuando tiene 50 o más.
Nadie vendrá a darte sus superpoderes, tienes que ponerte manos a la obra. Darnos cuenta que a veces no es tan importante mirar las sendas de los demás sino deshacer la nuestra, tomar una diferente y al fin poder darnos cuenta que hay otra u otras formas de ir al lugar que queremos sin la mirada de los demás.
Frases y reglas de la vida de Madame Calment
• La juventud es un estado del alma, no del cuerpo, por eso yo sigo siendo una chica. Sencillamente no he lucido tan bien los últimos 70 años.
• Sonreír siempre. Creo que esa es la razón de mi longevidad.
-Si no puedes hacer nada con respecto a algo, no te preocupes por eso.
• Tengo una sola arruga y estoy sentada en ella.
• Nunca uso rimel porque me río hasta llorar con mucha frecuencia.
• Creo que me moriré de risa.