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Admitir que para trabajar deberían acostumbrarse a que la inseguridad aumente no debería ser la máxima a cumplir. Por el contrario. Y menos aún que una mujer defienda a su empleada y corra a un ladrón con una botella en mano tendría que dejarse pasar como nimio detalle de que los arrebatos, asaltos a comercios y a peatones aumentaron en toda la capital provincial.
Ayer a las 10.30, a Yolanda Baier (56) y a Camila, una de las vendedoras de su emprendimiento de minimercado en el cruce de las avenidas Roca y Urquiza, la visita de un delincuente volvió a ponerla en el reto de defenderse, de mantener el temple para enfrentar el atraco pero también para levantar la voz y no acostumbrarse a que se repita.
Comencé a gritarle por lo que estaba haciendo y agarré una botella que se la iba a partir en la cabeza si no dejaba el teléfono en la caja. Lo hizo y lo empujé hacia afuera y el taxista no hizo nada, se subió rápido y escaparon por la avenida Urquiza”.
En diálogo con PRIMERA EDICIÓN comentó que “fueron tantos los robos que ya estamos entrenados para detectar chorros, preparados, sabemos los detalles, movimientos, situaciones sospechosas, pusimos cámaras, nos comunicamos con los vecinos, pero igual la inseguridad crece, faltan controles y patrullas policiales o algo por hacer desde el Estado”.
Sobre este punto clave insistió: “Necesitamos más controles, no sé qué tipo de medidas hay que tomar pero se necesita urgente atender la situación porque esto ya no es sensación, es inseguridad a toda hora. Sólo de noche no nos roban porque cerramos a las 23 por el nuevo horario establecido por la pandemia”.
Sin miedo ni horario
“Entran a robar cualquier cosa a toda hora pero sorprende mucho como los asaltan a los ancianos en la calle o a cualquier persona ya los atacan de a tres y les arrancan el celular, cartera, lo que puedan manotear, siempre bajo amenaza de cuchillo o arma de fuego”, describió la comerciante y amplió: “No quiero acostumbrarme, acá trabaja gente joven como la cajera y demás empleados y ya son reiterados los robos. Esta vez es cierto, perdí el miedo y puse en riesgo mi vida y la de otros pero bueno, siento que si no reacciono vuelven por más y ya duele trabajar tanto para que te perjudiquen así”.
“A las 10.30 entró este ladrón. Se bajó del taxi y el chofer se quedó esperándolo, pidió una cerveza cara a la empleada quien lo vio ya sin barbijo y lo frenó en la entrada. Yo llegué justo detrás y me llamó la atención y me corrí hacia el fondo para observarlo como si fuera una clienta. Cuando se dio vuelta la chica y fue a la heladera el delincuente comenzó a manotear la caja y agarró el celular de la empleada. Ahí comencé a gritarle y agarré una botella que se la iba a partir en la cabeza si no largaba el teléfono. Lo hizo y lo empujé hacia afuera y el taxista no hizo nada, se subió rápido y escaparon por la avenida Roca”.
“Acá ya nos robaron muchas veces, ni la cuenta llevamos, pero durante los últimos meses ya son atracos en la calle a la vista de todos y parecen como pequeñas bandas, de a dos o tres, aparecen amenazan y se llevan algo. En estas dos cuadras ya nos robaron a todos y vimos como asaltaron a un matrimonio de jubilados, al panadero le sacaron hasta el teléfono celular, no se salva nadie”.
Del alerta a la comisaría Primera se inició la búsqueda del sospechoso y del taxi en el que se movilizó. Se estableció que tiene parada fija en el hospital Ramón Madariaga y se deberá establecer si el chofer sabía y fue cómplice del intento de robo, ya que no frenó cuando la comerciante salió a la calle a gritar que no se fuera con el delincuente.
La víctima aportó los registros de sus cámaras de seguridad que permitirían individualizar al hombre de “35-40 años, alto de 1,80 metros con pelo corto”.