“El pranayama del Hatha Yoga nos proporciona un acceso consciente y voluntario a las fuentes mismas de la vida”, decía el Maestro Sivananda. Y a principios del siglo XX William Atkinson aconsejaba: “debemos reencontrar la forma de respirar conforme al designio de la naturaleza”; y sabiendo que el hoy denominado estrés nos hace respirar muy rápido, agregaba que la respiración relajada y completa “es fundamental para quien quiere gozar de salud y conservarla”.
Ya en los ’90 Francisco López Seivane recalcaba que todo ser vivo respira en virtud del más fuerte de los instintos, como expresión del pulso cósmico que nos conecta a la vida. También nos recordaba que según la antigua sabiduría de la India, toda criatura dispone de un número determinado de respiraciones y por lo tanto, cuanto más pronto las consuma, más pronto acabará su ciclo vital. En ese sentido, para nosotros es un hecho comprobable que los animales que respiran a un ritmo más rápido (como nuestras mascotas por ejemplo) viven menos tiempo que aquellos que lo hacen con mayor lentitud (como las tortugas y los elefantes).
Vivir es consumir energía, como lo hace nuestra función cardiorrespiratoria que no se detiene ni de noche ni de día, de modo que el único ahorro posible consiste en ralentizar su ritmo, agrega López Seivane. Y aún cuando hay actividades y emociones que lo aceleran, recuperar la respiración serena genera estados de placidez y distensión que implican un significativo ahorro energético.
Pero esta respiración sosegada no se logra si el diafragma, principal músculo respiratorio, no se puede desplazar libremente entre el abdomen y el tórax debido a la estrecha relación que existe entre la tensión mental y la contracción del plexo solar. Al relajarlo, lentamente nuestra respiración abdominal se irá distendiendo hasta evidenciar un estado de calma interior.
Y si bien los yoguis nos legaron técnicas respiratorias para aquietar las turbulencias mentales y serenar el sistema nervioso, con frecuencia nuestras costumbres no ayudan a la vital función del diafragma, como es el caso de algunas prendas ajustadas que constriñen el abdomen y la cintura, dificultando la respiración. Mmm… ¡atención a los jeans! Aquí y ahora respiremos serenamente. Namasté.