El trabajador argentino se lo merece. Después de años de pálidas, de promesas infundadas y por ende incumplidas, después de lustros de sacrificios, muchos de ellos en vano o con claros beneficios para los mismos de siempre, el trabajador argentino realmente se lo merece.
Ojalá este sea el año en el que finalmente el salario le gane a la inflación, aunque una vez más los fundamentos reales para las promesas oficiales atenten contra las posibilidades.
Porque no se cansa de repetirlo el Presidente, aunque más no sea porque se trate de un año electoral o porque, seguramente, le interesa que las cosas realmente mejoren.
Aunque los países de América del Sur, con la excepción de la Argentina y Venezuela, tuvieron en junio una inflación promedio de 0,25%, unas doce veces inferior a la que se prevé que dará a conocer el jueves el INDEC, ojalá que este año el salario esté por encima de la inflación.
Aunque los especialistas del mercado proyecten una inflación de 48% para este año cuando los gremios que mejor cerraron su paritaria lo hayan hecho en torno al 45%, ojalá que en 2021 el sueldo trabajador argentino haya adquirido mayor volumen que la inflación.
Aunque un trabajador argentino perciba hoy un salario que ya perdió entre un cuarto y un quinto de su valor real comparado con el de tres años atrás, ojalá este sea el año en el que todo se dé vuelta.
Aunque desde hace tres años, en coincidencia con el punto de partida del fuerte ciclo recesivo agudizado por la pandemia, los salarios corren desde atrás a la suba de precios, ojalá que en 2021 la racha se corte.
Las condiciones, claramente, no son favorables. El contexto tampoco contagia de optimismo a la premisa. Sin embargo, después del primer año de la monumental crisis pandémica y transitando el segundo, seguimos andando, como se puede, como sabemos hacerlo los argentinos cuando no está claro el rumbo ni hay agenda concreta.
Aunque sea por merecimiento nomás, por bancarse todo, ojalá que este sea el año.