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Le siguieron los pasos por orden del juez de Instrucción 1, Marcelo Cardozo, pero no es el único magistrado con que tiene que rendir cuentas por delitos como “daños, amenazas y lesiones”. Ayer quince minutos antes del mediodía, un joven de 25 años volvió a una celda a menos de un mes de cumplir medio año detenido por violencia de género, por golpear y amedrentar a su expareja con morir.
En la plaza del barrio Villa Urquiza fue atrapado por los efectivos de la Dirección Homicidios de la Policía. Estaba junto a su madre de 43 e intentó engañar a los investigadores asegurando llamarse “Gustavo Infuleski”. La mentira duró pocos segundos porque fue su progenitora quien, apartada algunos metros del sospechoso, se identificó con certeza y confirmó que el apuntado tenía problemas con la ley.
De inmediato fue esposado y trasladado a una celda a disposición del juez mencionado quien ordenó su arresto en una causa abierta el 15 de agosto caratulada “amenazas de muerte con arma de fuego”.
La denuncia la realizó la víctima, expareja, quien durante el 2020 realizó varias denuncias tras haber sido amenazada de muerte y golpeada en varias ocasiones. Por estos graves incidentes, en enero de este año fue detenido y liberado seis meses después, pero bajo la prohibición vigente de acercarse a la denunciante y respectiva familia en el barrio Ñu Porá de Garupá.
Por las amenazas y ataques múltiples, durante el año pasado y principios del actual, la joven de 22 años y madre de un hijo de 3, en común con el acusado, debió mantenerse a resguardo en su casa con custodia fija y con un botón antipánico.
La calma o tranquilidad le duraron apenas seis meses. Apenas recobró la libertad desoyó el agresor toda restricción impuesta y en distintas motocicletas y automóviles merodeó la vivienda de su víctima.
El episodio extremo lo protagonizó el domingo 15 de agosto cuando a bordo de un Volkswagen Bora y acompañado por tres hombres más, de 22, 21 y 52 años.
La joven se encontraba con su actual pareja frente a su casa cuando el violento se bajó del automóvil y disparó dos veces con un arma calibre 22. Ninguna de las detonaciones lastimaron a alguien pero debieron correr a buscar ayuda.
En la posterior denuncia, la muchacha relató que pocas horas antes el mismo agresor la interceptó en la calle y amenazó con un arma blanca. Aseguró también que la seguidilla de estos ataques ya era insoportable y temía por la vida de su niño u otro familiar.