A lo largo de este camino de acompañamiento en la gestión de conflictos y la negociación, ese es uno de los argumentos que más escucho. ¿Te tocó alguna vez gestionar una diferencia (conflicto/situación) con alguien intratable?
Este convencimiento acerca de la imposibilidad de negociar porque “el problema es la persona” funciona como profecía autocumplida, en el sentido que, a partir de esta “anticipación”, se termina colaborando de una manera indirecta a que esto suceda.
Efectivamente, esta creencia es el primer obstáculo para negociar ya que limita nuestra propia capacidad de acción y por lo tanto, la potencialidad del diálogo que necesita de dos o más para que suceda.
Fred Kofman en su libro “MetaManagment”, nos advierte que desde pequeños incorporamos que ser responsables es ser causantes o culpables de algo. Esto nos conduce automáticamente a asumir una posición de víctima en nuestros relatos para salir de ese lugar de culpables. Lo que implica que, para defendernos y defender nuestra inocencia nos depegamos del problema asignándoselo al otro y ese es precisamente el problema.
Más allá que echemos la culpa al otro o que la asumamos, la culpa sólo nos lleva a un callejón sin salida: “atacar o huir” y eso imposibilita el diálogo que privilegiamos como canal para la gestión eficiente del conflicto.
Partiendo de la idea que el conflicto se co-construye pongamos el foco en distinguir “contribución” de “culpa” en la construcción del problema.
“Reconocer el aporte -a veces silencioso o por omisión-, con el que nosotros hemos contribuido a su armado puede permitirnos recuperar la capacidad de dar una respuesta hábil”, aporta Patricia Aréchaga.
Colocar la culpa en el otro nos deja presos de la persona a la que en ese momento estamos definiendo como “nuestro enemigo” o “la otra parte”.
De esa forma, le estamos entregando todo el poder para solucionar lo que nos preocupa, dependemos de sus movimientos para solucionar lo que nos sucede.
Claramente este enfoque de sacarnos la culpa de encima no sirve, pues si bien nos libera por un lado nos atrapa por el otro.
Distingamos a qué se debe nuestro enojo, quizás en lugar de dirigirlo contra el otro echándole la culpa, podamos ahondar en esa emoción para explorar a que necesidad insatisfecha se debe y que necesitamos pedir para cubrirla.
Seamos asertivos, salgamos de la culpa que paraliza para pasar a la acción que gestiona.