Caminar por la vida con ojos curiosos es ver el mundo que nos rodea como una oportunidad para aprender de cada cosa, la curiosidad nos despierta, abre nuestros ojos, levanta a nuestro niño dormido que creía que todo era posible y se preguntaba los por qué de cada cosa, encontrando nuevas respuestas con el paso del tiempo.
Vivir con ojos curiosos es recuperar la capacidad de sorprendernos y exclamar ante lo que para nosotros es un descubrimiento. Volver a preguntar y preguntarnos, aprender a reinventarnos, ver que todo está en movimiento y cambio y encontrar el gusto por eso.
Es levantarnos cada mañana dejando dentro de nosotros un espacio para lo que pueda suceder, lo no planeado, y cuando nos pase, tomarnos el tiempo para saborearlo, disfrutar y aprender de ese momento.
Ver la vida de esta forma es darnos la oportunidad para preguntarnos ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿Qué queremos? ¿somos felices? Y ver como nuestras respuestas van cambiando a medida que vamos teniendo nuevas experiencias. Hacernos preguntas e intentar responderlas abren puertas insospechadas. El mundo es maravilloso si aprendemos a verlo como una aventura a descubrir, un misterio a interpretar y algo único para construir.
Preguntarnos es “sacar el polvo a los muebles” y entender que lo que pudo ser bueno para nosotros en un momento, quizás ahora no lo es y es tiempo de dar un salto, de descubrir algo nuevo, y esto sólo lo podemos sentir si caminamos con los ojos curiosos y el alma abierta a nuevos horizontes.
Vivir de esta forma es entender que no existe un único camino sino infinitos como las personas, cada uno va armando el suyo con las elecciones y los aprendizajes, con los ojos abiertos y la capacidad de preguntarnos si lo que estamos haciendo nos agrega valor, si elegimos el momento que estamos viviendo, las personas que nos acompañan, las situaciones que nos rodean.
Vivir con los ojos abiertos es permitirnos el entusiasmo sin censurarlo, sin considerarlo infantil o poco realista, es darnos la posibilidad de que hay magia a nuestro alrededor, que cada persona con la cual contactamos puede tener un mensaje para nosotros si aprendemos a escucharlo, si sabemos mirarlo.
Es darnos cuenta que las cualidades que nos ayudaron a crecer fueron la capacidad de creer que es posible, tener los ojos abiertos y curiosos a cada cosa, probar y experimentar, preguntar y preguntarnos, caernos y levantarnos, entusiasmarnos ante nuestros logros e impulsarnos a más y compartir lo logrado. Aunque nos hagamos mayores, no es sólo cosa de niños, todo esto está dentro nuestro esperando que lo rescatemos.
Como expresa Albert Einstein: “No tengo ningún talento especial, solo tengo curiosidad apasionada”.