Señora Directora: El teatro es un género literario que imita la vida y sus complejas realidades. Y cuya finalidad desde tiempos remotos, ha sido transmitir una enseñanza a toda la sociedad.
Queremos destacar el ingenio y el compromiso de un grupo de vecinos del barrio Itaembé Miní, quienes viven a diario las consecuencias de las drogas.
Es decir, atracos en la vía pública, jóvenes que deben ser asistidos por intoxicación de estupefacientes, y en consecuencia, la ruptura de los vínculos familiares.
El arte dramático y la fortaleza de un osado grupo humano se unieron, para combatir a un poderoso enemigo: las adicciones.
Las escenas representadas en la Casa del Bicentenario de dicho complejo habitacional fueron magistrales.
En ellas se exhibieron a una barra de estudiantes adolescentes, estos seducidos por vendedores de sustancias, y con promesas de experiencias de otro planeta.
Adolescentes curiosos e ingenuos creen en falsas aventuras. En el camino al no disponer de dinero, eran inducidos a cometer delitos callejeros. Y cuyas víctimas, no eran otros, que los desprevenidos vecinos de la zona.
El cautiverio a las drogas se graficó al compás de la música y la danza. Es de este modo, como el vía crucis genera la pérdida de autonomía y las sustancias paralizan su cuerpo. Y por lo tanto, invisibles cuerdas reducen al adicto, a un despojo o una carga.
Finalmente podemos asegurar que la participación de los ciudadanos es vital. Un escenario donde personas valientes, comprometidas y responsables, encendió una potente luz de esperanza, para derrotar a las drogas.
La vida de toda persona sólo será plena si dispone de salud y reflexiona acerca de los valores esenciales: libertad, el esfuerzo, el trabajo, el estudio para cumplir sus sueños.
Profesor José Luis Granada
Posadas (Misiones)