“Nosotros cuando la gente no nos vota, nos enojamos con nosotros porque algo habremos hecho mal y nos preguntamos qué habrá sido”. la frase pertenece al presidente Alberto Fernández y fue pronunciada ayer durante la asunción de los seis ministros y su vocero, producto de la crisis con Cristina Fernández de Kirchner.
El mandatario denota la falta de realismo que debería imprimirle a su gestión, después de casi dos años de mandato y un resultado contundente en las urnas de desaprobación.
A esta altura preguntarse qué habrán hecho mal, es casi una burla a una porción mayoritaria de ciudadanos argentinos que -muy por el contrario- más que interrogantes busca respuestas.
Tal vez una de las respuestas, la pueda resumir el vicepresidente de Cáritas de la diócesis de Posadas, Alberto Barros: “Creo que estamos en un problema complejo en este momento que están demasiado entretenidos. Y mientras se entretienen con temas que nuestra gente no respalda, se están olvidando de lo que realmente le importa a esa gente, que está atravesando una profunda crisis sanitaria, económica, educativa y también una crisis moral”.
Si el primer mandatario y su Gabinete abandonaran la “burbuja” que no les permite ver más allá la dura realidad que atraviesan los argentinos, Alberto Fernández podría evitar tantas preguntas cuando las respuestas son tan contundentes. Sino, lo más probable, es que no quiera ver lo que sucede fuera de la Quinta de Olivos o la Casa Rosada para evitarse el disgusto de la autocrítica por la falta de soluciones a los grandes problemas de los ciudadanos.
Se supone que el Gabinete está para asesorar, informar y promover respuestas a esos temas urgentes como desempleo, inflación, pobreza e indigencia, falencias educativas, pandemia, entre otros.
Es tiempo que Fernández deje de darle vueltas a las demandas de la gente y empiece a dar soluciones.