Con la difusión por parte del INDEC de las tasas de variación del promedio de precios al por mayor y del costo de la construcción en agosto se completó el amplio menú de indicadores necesarios para poder sacar una clara fotografía de las brechas que se han ampliado en los últimos 12 meses, no sólo en el terreno cambiario, sino entre las diferentes mediciones de inflación, y determinar las expectativas que generan tanto para el corto como el mediano plazo.
En el plano cambiario, la ausencia de un plan económico que impide abordar un rápido y buen acuerdo para la renegociación de los vencimientos de deuda con el Fondo Monetario Internacional lo complica todo.
Tras haber logrado el ministro de Economía, Martín Guzmán, un entendimiento con los acreedores privados en moneda extranjera en agosto de 2020, llevó a ampliar la distancia entre el precio del dólar Bolsa o MEP con el mayorista que rige para el intercambio comercial de 70% en aquel momento a casi 82% un año después; se estiró de 83% a 88% en el segmento libre o marginal, mientras se mantuvo en poco más de 75% en el contado con liquidación fuera del país.
Devaluación
Brechas notables también se advierten no sólo en el ritmo de variación de los principales tipos de cambio, sino también en los índices de inflación, tanto entre los grandes agregados a nivel consumidor, mayoristas y costo de la construcción, como en el interior de los subíndices que los integran.
En el caso del aumento del dólar oficial mayorista que fija diariamente en forma discrecional la mesa de cambios del Banco Central con la variación de la tasa de inflación (IPC Consumidor Indec) en los últimos doce meses acumuló un rezago de 20 puntos porcentuales.
Esto lleva a pensar que se está frente a un significativo atraso cambiario que en algún momento se tendrá que corregir, con el consecuente efecto contractivo sobre la capacidad de compra de los ingresos habituales de la población, y también sobre las decisiones de actividad de las empresas por su impacto sobre los costos de producción y de importación.
Los rezagados son menores en los tipos de cambios alternativos por efecto de los crecientes controles que imponen las acciones conjuntas del Banco Central, Comisión Nacional de Valores y la AFIP, pero de igual forma presionan sobre el resto de los precios de la economía.
Cambios en los precios relativos
En los últimos 12 meses, hasta agosto el INDEC midió una suba del 51,4% en el IPC; 60,5% en el Índice de Precios Internos Mayoristas (IPIM) y 66,2% en el Índice del Costo de la Construcción (ICC). Si bien entre esos índices no existe una correspondencia directa, que determine que uno anticipe al otro, en particular del canal mayorista al consumidor.
Esto es porque se construyen con metodologías diferentes y además el primero tiende a reflejar una parte de los costos de las empresas, y en el segundo la variación del valor de una canasta fija de consumo de los hogares, la cual incluye bienes y servicios públicos y privados.
Sin embargo, en períodos largos las tasas de variación tienden a converger, en particular en los momentos en que no están afectados por regulaciones de la Secretaría de Comercio Interior.
Aumenta la presión
De ahí que en algún momento del tiempo, probablemente en 2022, porque es un año que no estará condicionado por la proximidad de las elecciones nacionales, el Gobierno tome medidas que contribuyan a cerrar esas brechas.
En particular porque en los grandes componentes de esos índices generales de precios se han acumulado notables diferencias que generan presiones para que tiendan a achicarse.
En el IPC, mientras que el índice general aumentó desde agosto 2020 hasta igual mes del corriente año 51,4% -se afirmó por tercer mes consecutivo por arriba del umbral del 50%-, la inflación núcleo se aceleró a 55,5% y amplió la distancia con el conjunto de los regulados a más de 18 puntos porcentuales -subieron 37,2%-.
También entre los mayoristas, se elevaron en promedio 60,5% en los últimos 12 meses hasta agosto. El INDEC registró enormes distancias entre sus componentes: Primarios 56,8%; Industriales 62,4%; Importados 56,1%; y Energía Eléctrica 48,7%.
En este último caso, el Ministerio de Economía anticipó que el objetivo para el próximo año es recortar los subsidios en las tarifas, en particular a los sectores menos vulnerables entre los que se incluyen las empresas.
El índice del Costo de Construcción no fue la excepción. Mientras el promedio subió 66,2%; los materiales se encarecieron 78,4%; y los salarios se elevaron 55,5%.
Presión sobre las reservas
Semejante ampliación de la brecha en el amplio menú de tipos de cambios que se derivan de los controles y restricciones al comercio exterior; como entre las variaciones de los diferentes índices de precios, al consumidor y al productor, tienen consecuencias negativas sobre la economía en su conjunto.
Así lo manifiestan la sostenida caída de las reservas en divisas del Banco Central, el mayor ritmo de aumento de las importaciones que las exportaciones, pese a que la actividad agregada no logra hilvanar dos trimestres consecutivos con crecimiento desde niveles aún muy bajo, como informó el Indec – el PBI se contrajo 1,4% en el segundo respecto del primero-, y en el deterioro de las expectativas de los empresarios y consumidores para el corto y mediano plazo, porque impide una adecuada planificación de la producción y de los gastos.
“Hay crisis social”
Hay un nivel de pobreza que supera el 45%, porcentajes de desempleo de dos dígitos, informalidad laboral de 35 puntos y los salarios de los trabajadores formales privados están en torno a los $60.000, es decir, por debajo de la línea de indigencia de una familia tipo en la ciudad metropolitana. “Tenemos el patrón distributivo más regresivo desde el año 2002, ya que el 50% de los ingresos se lo apropia el 20% más rico, y el 20% más pobre le toca el 4%. Con todos los datos que se conocen, te das cuenta de cuál fue el cuadro social en que Argentina enfrentó las PASO. Hay una crisis social”, detalló el lunes el director de la consultora Equis, Artemio López.