La talentosa Flor Bobadilla Oliva (34) es música, cantante, compositora, conductora y actriz. Nació en Posadas pero desde 2010 está radicada en Buenos Aires. Se define como una artista a la que no le gustan las etiquetas y que constantemente busca nuevas experiencias.
De su padre Roberto Bobadilla, quien es arreglador, guitarrista y cantante del reconocido Grupo Vocal Enarmonía, heredó la voz y el gusto por la música, una pasión que despertó desde niña.
“En principio tuve la suerte que mis padres me hayan acompañado siempre. Mi papá tiene una voz espectacular, siempre lo escuchaba y se me fueron despertando un montón de cosas con la música, el quedarse, las ideas, el trabajo frase a frase, la palabra a palabra de las cosas y tomar el ejemplo de la comunidad de la música de cómo ir gestando, y también que lo que se va diciendo tenga sentido entre muchos, como una construcción colectiva de una canción para mí eso fue un disparador gigante”, recordó la joven.
Estudió piano y música en la Escuela Superior de Música de la provincia de Misiones y se perfeccionó en canto, actuación y composición. Su carrera en la música recorre diversos formatos: en 2015 editó el disco Cipsela junto al pianista Ignacio Amil y también el trabajo Ysyry con el guitarrista Abel Tesoriere, con quien integra Dúo Bote, música del litoral y boleros. En 2017 grabó en vivo Turpial junto al músico, cuatrista y docente colombiano David Bedoya. En 2019, Aterrados y orgullosos, también en vivo, con Lucho Guedes.
“En el arte encontré un lugar donde expresarme, hablar y entender que las cosas que suceden, nos suceden a todos. Por eso la música y la actuación no tienen que ver con regodearse en uno mismo sino con construir esto que nos está pasando”, detalló.
En este camino de formación y desarrollo, tanto artístico como personal, Flor estudió diversos estilos y técnicas que hasta el día de hoy sigue. “Me gusta recopilar, ir a los más ancestrales de la música, encontrarme con los primeros decires, con las panderetas, los gritos, un pandero cuadrado sonando en un paisaje gigante. Me gusta viajar, la música para mí es viajar a un lugar con una gran ventana. La vida es esta cosa que transcurre a una velocidad y uno va viendo y sintiendo cosas. La música tiene viaje y nos lleva a distintos lugares y más o menos en las distintas etapas de la vida encuentro eso, las formas de contar algo que está pasando”, reflexionó.
En todo este devenir, Flor también encontró un lugar en la actuación. “Empecé a descubrirme desde un lugar muy inocente porque yo me inventé la preparación, tomaba clases y fui buscando y probando distintas cosas”, señaló.
Actualmente trabaja en su próximo proyecto discográfico “Solita mi alma”, un repertorio que cautiva, donde folclores del mundo navegan en el canto de una mujer que va hilando con estilo propio las vicisitudes de las experiencias de la vida.
“Me faltan muy pocas sesiones para cerrar eso, pronto lo tendré todo grabado. Es algo que me impulsa muchísimo porque es el devenir de todo ese trabajo que son muchos años, que son muchas ideas, que son algunos discos y muchas cosas que han quedado afuera que tienen que ver con la raíz, no tanto pensado en la tierra sino más bien como una raíz en el agua, algo como un camalote. Viene con una cosa de estar de viaje constantemente, de quedarme un tiempito en un lugar enredado y después irme a otros lugares y encontrarme con que al final el lenguaje del sentir es parecido para todos”, reveló.
Opinó además que “necesitamos hacerle más lugar a la espiritualidad, eso tenemos como materia pendiente en la humanidad. De eso se trata el arte, de buscar lugares de encuentro y de descanso de todo lo otro”.
Consultada sobre el trabajo que debe realizar un artista de provincia que quiere hacerse un lugar a nivel nacional, Flor dijo que ella lo viene improvisando y probando a tiempo real. “Muchas veces las personas buscamos dinero, pero después hay que saber organizarse. Creo que hay que hacer mucha terapia, escuchar y escucharse porque en el hacer a veces nos quedamos en la pelusa del ombligo y hay muchas cosas que están pasando afuera. Hay mucho por compartir, hay que quedarse quieto y hacer un paso a paso. A veces las ciudades grandes nos invitan a no parar y realmente el ocio es tiempo de vida, aprender a parar y soltar el celular. Para mí el trabajo es preguntarnos, estar más atentos y respetar nuestros tiempos, todos tenemos tiempos diversos, no hay un a que parecerse, no hay una fórmula, es un día a día”, observó.
Asimismo, sostuvo que como artista hay que forzar la búsqueda de una forma más natural dentro de un sistema al que le gusta gestar paquetes. “Hay que buscar contenido y después el paquete aparecerá”, cerró.