Mediante bailes, campeonatos de fútbol, cuota de socios, venta de comida, donaciones, todo con mucha responsabilidad y esfuerzo, en junio de 1984 se decidió iniciar los cimientos de la capilla de madera y culminar su construcción antes de finalizar el año: Obra misteriosa del corazón que los invitaba a realizar todo cuanto podían, para la Gloria de Dios.
En 1989, la capilla pasó a formar parte de la Parroquia San Alberto Magno a cargo de sacerdotes miguelinos. El párroco Casimiro invitó a seguir trabajando, sugiriendo formación para llevar adelante la misión encomendada por el Señor. En octubre de ese año visita la comunidad el obispo de la diócesis Monseñor Carmelo Giaquinta quien, según contó la referente pastoral, Carmen Zurakoski, invitó a “vivir la fe en el amor de Dios Padre y en el amor a los hermanos, a trabajar más unidos, buscar construir el reino de Dios con justicia, amor y buena voluntad”.
“Quien, como Dios, nadie como Dios”, trabajo y templanza hacía que el padre Casimiro insistiera en que la capilla debía crecer y se interesó por el trabajo del folleto “El Mensajero” que llegaba a cada casa y era una oportunidad para acercarse más al hermano. Ya estaban en la comunidad las hermanas antonianas que asumían el compromiso de apoyar el trabajo misionero. Surge la catequesis familiar, nueva modalidad en la Diócesis, se afianza Cáritas que se traslada al predio en un salón construido con la colaboración de todos y donde se brinda el servicio de comedor.
Los monaguillos también hicieron su misión en la comunidad y el grupo de oración convocaba y organizaba a los jóvenes para acercarlos a un crecimiento y formación espiritual y social. El servicio de limpieza era voluntario y los otros gastos estaban a cargo del consejo económico.
En 1994 compartió los festejos patronales el obispo monseñor Alfonso Delgado, dejando constancia de “su alegría por conocer esta comunidad, con el deseo que Dios la bendiga” y que la capilla sea siempre el corazón del barrio Mini City junto al barrio Jardín, Los Álamos, Güemes, Piedrabuena y barrios aledaños.
En el año 2001, trabajo y templanza ofrecían los sacerdotes miguelinos, acompañados por las hermanas antonianas, logrando conservar la catequesis familiar, liturgia, Cáritas, Legión de María, Mensajeras, Monaguillos, Misioneros, grupo Oración e Infancia Misionera y un gran sueño el actual templo que se comparte en comunidad.
Los años pasaron, algunos se fueron otros llegaron: “padre Miguel, Carlos, José, Pablo, Taní, Jacinto, diácono Marcelo, Simón, Severino y la confianza en Dios y en San Ignacio que nos invitaba a seguir adelante, a llenar cada corazón con la Palabra de Dios, a ayudar a los hermanos que nos necesitan, a trabajar por el Reino poniendo a su disposición nuestro tiempo, trabajo y dinero”.
En febrero de 2008 el Obispo de la Diócesis les otorga un nuevo destino: la Parroquia Jesús Misericordioso a cargo de sacerdotes diocesanos y acompañados por las hermanas antonianas. El párroco Héctor Weller animó a la comunidad a seguir adelante y a vivir la fe en comunión con un gran corazón y un espíritu de entrega.
Pasó el tiempo, llegaron los sacerdotes Enzo, Hugo, Alonzo, Roberto, Sebastián, Miguel, Federico, Rubén, Leandro, diáconos, seminaristas y padre Gervasio actual párroco y padre Antonio, vicario. Según Zurakoski, algunos servidores “van a ocupar la habitación que Dios nos tiene preparada en el cielo, los demás siguen hacia el Señor: catequesis familiar y adultos, prebautismal, Infancia Misionera, Ministros Extraordinarios de la Comunión, Grupo Oración, Divina Misericordia, Cáritas, Jóvenes, Monaguillos, Rosario de Hombres Valientes, Mujeres y Niños de pie junto a María, Ministerio de canto, limpieza, equipo económico, son un conjunto de fieles deseosos de que el Señor nos conceda fortaleza para que a imitación de San Ignacio seamos capaces de seguir trabajando para la Mayor Gloria de Dios”.
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