Las proyecciones económicas argentinas de cara a fin de año no son buenas… vaya novedad. Pero en los últimos días surgieron algunos factores que añaden presión a la estructura y a la dinámica inflacionaria que es, en definitiva, lo que tiene una relación directa con las economías familiares.
Sabido es por todos que la tibia desaceleración de los precios de los últimos meses se cortó en septiembre. Con la premisa de sostener los valores para que el IPC no se escape asumió un nuevo secretario de Comercio Interior que, al estilo morenista, impone un congelamiento de precios, uno más en la histórica saga de fracasos de medidas de este tipo.
El detalle, no menor hablando de dinámica inflacionaria, es que el control de precios -de sostenerse por un par de meses-, habrá llegado luego de que en los primeros días de este mes los aumentos de buena parte de los productos de la canasta superaran el 20%. Así las cosas, aquella inflación de marzo pasado, de 4,8% que espantó a todos por su volumen, podría tener incluso una gemela (sino un índice superior) este mes.
Ese escenario deja al descubierto lo que se refiere al inicio de esta columna, el empeoramiento de las expectativas en general, y un nuevo capítulo de tensiones con los formadores de precios en particular.