La inflación de octubre, cuyo dato oficial se conocerá en los próximos días, estará más cerca de los tres puntos porcentuales que de lo que pretendía el Gobierno nacional con el congelamiento de precios, una medida a la que distintas administraciones recurrieron en otras oportunidades con idéntico resultado: la nada misma.
De hecho, de acuerdo con los datos que releva la consultora especializada en precios Focus Market, los valores de los alimentos y bebidas, educación e indumentaria, que justamente son los segmentos más alcanzados por la medida oficial, están subiendo por encima del promedio.
Entonces cabe cuestionar qué ocurre a gran escala y en paralelo al congelamiento que hace que la inflación siga su curso ascendente. La respuesta se sitúa en la aceleración de la emisión de billetes en un contexto eleccionario adverso para el oficialismo. El dato robustece la teoría que ancla a la inflación como un fenómeno monetario.
Paradójicamente, el Gobierno no deja de darse golpes a sí mismo y a sus aspiraciones cuando ofrece respuestas desconectadas unas de otras. El mayor problema detrás de esa disyuntiva es que las peores consecuencias las sufrimos la mayoría de los argentinos. Y como corolario del desaguisado que ya es estructural, resulta que a pesar de inyectar increíbles sumas de dinero al mercado, a la sociedad no le alcanza y por lo tanto el consumo no repunta.
Y como consecuencia del descalabro de la estructura económica, se agendan enormes problemas a corto y mediano plazo condicionando de antemano cualquier expectativa de reactivación o repunte.