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El Gobierno lo niega taxativamente y casi a diario, pero el contexto y varios datos duros de la realidad indican lo contrario. Una aceleración en el ritmo de devaluación pasadas las elecciones, ya pisando el fin de año parece inevitable.
La vocera presidencial, Gabriela Cerruti, lo afirmó ayer por la mañana en su habitual rueda de prensa. Fue necesario hacerlo primero porque la presión del dólar blue no cesa, pero también porque son incesantes las versiones que corren en el mercado y que hablan de una devaluación.
El equipo económico dice desestimar el impacto del dólar blue en los precios. Dicen al respecto que “es un dólar ilegal que se maneja no solamente con las expectativas de la macroeconomía, sino también con otro tipo de expectativa”.
Sin embargo, en la city se asegura que la mesa de operaciones del Banco Central tiene la orden “desde arriba” de ir monitoreando la cotización del blue, y salir a subsidiarlo si para mantenerlo a raya antes de las elecciones del domingo próximo. Si así fuera, la estrategia claramente falló.
Pero además de la estrategia discursiva y el control encubierto del dólar paralelo, el contexto empuja las versiones devaluatorias. El nivel de reservas netas está, cuanto menos, al límite, de hecho, un reciente informe del sitio iProfesional advierte que ya estarían en terreno negativo. Lo otro es la imposibilidad de arribar a un acuerdo con el Fondo.
Sólo esos dos factores condicionan notablemente el escenario y agitan las versiones sobre lo que puede ocurrir después del 14-N y hasta fin de año… un mes y medio que en Argentina valen como tres años