El 18 de noviembre de 1541, Miguel Ángel Buonarroti finalizaba su fresco “El Juicio Final” en la Capilla Sixtina.
En 1535 el Papa Pablo III había encargado al artista italiano esta obra, el fresco más grande jamás pintado. El tema sería el Juicio Final, justo cuando la Iglesia había atravesado los días de la Reforma Protestante y el saqueo de Roma de 1527. Buscaban representar así el juicio por los pecados pero a la vez la salvación del hombre.
La pared detrás del altar de la Capilla Sixtina fue el lugar elegido para la obra. Hay que recordar que 25 años antes el mismo artista había comenzado a pintar la bóveda de la Capilla.
En la obra se ve a Cristo en el centro, María, varios santos, ángeles y demonios. La idea principal fue extraída del Apocalipsis de Juan, pero en su momento generó gran revuelo, teniendo en cuenta la desnudez de sus protagonistas, al punto de que la obra fue “censurada” mediante la sobrepintura de algunos paños menores para cubrir las “verguenzas” de las figuras humanas.