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La receta del “populismo sin plata” que intenta llevar adelante Alberto Fernández chocó con los límites que impone la realidad. El gasto electoral, el incremento del empleo público, las tarifas congeladas y los millones de planes sociales se pueden mantener a costa de una gigantesca emisión de pesos por parte del Banco Central y un nivel cada vez más alto de inflación. Pero cuando se trata de mantener el precio del dólar subsidiado, las cosas se vuelven mucho más complicadas.
La escasez de dólares es de lejos el principal escollo que tiene por delante el Presidente para transitar sus dos próximos años de gestión. De cómo se resuelva depende la posibilidad de sostener el fuerte repunte de la economía de este año.
La actividad se aceleró en los últimos meses y se estima una suba de 10% del PBI para este año, lo que ya dejaría atrás el bajón de la pandemia. Pero mantener la mejora en 2022 es una historia bien diferente.
En las dos semanas posteriores a las elecciones legislativas, el Gobierno dio muestras de agotamiento para defender el tipo de cambio y evitar el aumento de la brecha. Primero fue la decisión de dejar de intervenir en el dólar implícito en el mercado de bonos. El “contado con liquidación” venía de $170, en la previa electoral pasó a $180 y ahora ya está en $215. Un salto de 25% en menos de dos meses.
La prohibición de financiar gastos en el exterior en cuotas fue otra de las señales en la misma dirección. La demanda de dólares para turismo crece fuerte en los meses de verano y ahora el titular del BCRA, Miguel Pesce, busca desalentarlo. Pero lo más probable es que el impacto de la medida sea marginal e insuficiente para el objetivo buscado de minimizar la caída de reservas durante el verano. La lógica indica que el tipo de cambio para viajes debería sincerarse y reflejar el verdadero precio de mercado.
Para un Banco Central con pocos dólares, los subsidios que aún se mantienen para controlar el tipo de cambio se vuelven obscenos. Quienes compran pasajes, estadías en hoteles y gastan con tarjeta en el exterior acceden a un tipo de cambio “turista” de $175, cuando el dólar libre cotiza arriba de $200.
Esto significa que aquellos que viajen al exterior tienen un descuento de 13% en dólares por comprarlo desde la Argentina. Un paquete all inclusive de 2.000 dólares en realidad cuesta USD 1.740. Los restantes USD 260 los pone el Estado argentino para los veraneantes. El problema no son las compras en cuotas, sino que se mantenga abierta la posibilidad de acceder a semejante subsidio.
En octubre el balance cambiario arrojó un déficit de USD 538 millones por compra de pasajes y paquetes al exterior, además del pago de servicios internacionales. Se trató del nivel más alto desde el inicio de la pandemia y tiende a profundizarse dramáticamente en los próximos meses. Allí debe buscarse la explicación de la polémica medida adoptada por el Central el viernes.
Otro sinsentido es que se mantenga el esquema de compra de dólar “solidario” por USD 200 mensuales. En octubre, de acuerdo a la información oficial, fueron 685.000 personas las que compraron USD 137 millones, aprovechando un tipo de cambio inferior al de mercado.
Cuentas de almacenero
Una cuenta de almacenero basta para concluir que al Central sólo le alcanzan sus dólares propios como máximo hasta enero. A las reservas brutas se les deben descontar el swap chino, los encajes de los depósitos en dólares y el préstamo del Banco de Basilea. La cifra ya está por debajo de los USD 5.000 millones.
De ese total, habrá que pagarle USD 1.900 millones al FMI en diciembre y otros USD 730 millones de intereses en enero. Pero además también habrá que enfrentar vencimientos de los nuevos bonos en dólares colocados en la renegociación de la deuda del año pasado, por USD 690 millones.
La decisión de obligar a los bancos a vender al Central antes del 1 de diciembre sus dólares propios es otro reflejo de las urgencias del momento. Serían unos USD 600 millones, para que el BCRA transite un complejo diciembre.
Fuente: Agencias y medios digitales.