Por: Rocio Gómez
El 25 de noviembre, como desde hace 40 años, las mujeres de distintas partes del mundo se reunieron para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Una vez más, tomaron las calles para denunciar las formas de violencia que se ejercen contra las mujeres y para exigir un cambio urgente. Un cambio que ya no puede esperar más.
En lo que va del año, en Argentina se cometieron 227 femicidios y diez transfemicidios, según el último informe presentado por el Observatorio de Feminicidios en Argentina “Adriana Marisel Zambrano”, a cargo de la ONG La Casa del Encuentro. Esto quiere decir que desde el 1 de enero al 31 de octubre de este año, hubo un femicidio cada 32 horas. Pero si a las 227 mujeres asesinadas por violencia machista se le suman los 10 transfemicidios que hubo este año, se habla de un crimen cada 30 horas.
Estas cifras movilizaron a miles de mujeres, no sólo en Argentina, sino en todo el mundo. El objetivo es ganar las calles y sentar agenda para la elaboración de políticas públicas que logren disminuir esos números que asustan.
Pero, ¿por qué se conmemora el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer? Se debe al brutal asesinato de las hermanas Mirabal en República Dominicana, por orden del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo (1891 – 1961).
Las hermanas Minerva, Patria y María Teresa Mirabal, también conocidas como “Las Mariposas”, nacieron en Ojo de Agua, un pequeño poblado de la provincia de Salcedo, en el norte de República Dominicana, y pertenecían a una familia acomodada. Las tres hermanas arrancaron su activismo político desde muy jóvenes, en contra del dictador Trujillo. Debido a esa militancia fueron encarceladas, violadas y torturadas en varias ocasiones.
Hasta que el 25 de noviembre de 1960, las tres hermanas regresaban de ver a sus esposos detenidos cuando fueron interceptadas por sicarios que las ahorcaron y apalearon. Luego, las metieron en un auto y lo dejaron caer en un precipicio con el objetivo de que sus asesinatos fueron interpretados como un accidente.
Aquel día, los cuerpos de las hermanas aparecieron destrozados en el fondo de un barranco, en el interior de un jeep junto al conductor del auto, Rufino de la Cruz. En ese momento, las tres hermanas tenían entre 25 y 36 años, cinco hijos en total y contaban con una década de activismo político. Al año siguiente, en marzo de 1961, Trujillo fue asesinado, y los sicarios de “Las Mariposas” fueron condenados a 30 años de cárcel, pero huyeron del país con la ayuda de grupos militares.
Pasaron los años, pero las Mirabal quedaron impregnadas en la memoria colectiva de activistas feministas que 21 años después, en 1981, llevaron a cabo el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en Bogotá, Colombia, y decidieron que cada 25 de noviembre se celebre el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En este 2021 se cumplieron 40 años de aquella declaración.
Dos años antes, en 1979, la Organización de Naciones Unidas (ONU) había conseguido la aprobación de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, mientras que en 1999 la Asamblea General reconoció el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Las hermanas Mirabal siguen siendo un símbolo hoy en la actualidad. A 40 años de aquel encuentro de mujeres que perpetuó el 25 de noviembre como un día de lucha contra la violencia hacia la mujer, Naciones Unidas reconoce que la violencia contra mujeres y niñas es “una de las violaciones de los derechos humanos más extendidas, persistentes y devastadoras del mundo actual” sobre las que “apenas se informa debido a la impunidad de la cual disfrutan los perpetradores, y el silencio, la estigmatización y la vergüenza que sufren las víctimas”.
La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer emitida por la Asamblea General de la ONU en 1993, define a la violencia contra la mujer como “todo acto que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”.
Desde Naciones Unidas sostienen que “los efectos psicológicos adversos de la violencia contra las mujeres y niñas, al igual que las consecuencias negativas para su salud sexual y reproductiva, afectan a las mujeres en toda etapa de sus vidas” y aunque todas las mujeres del mundo sufren alguna forma de violencia de género, “algunas son particularmente vulnerables como las niñas y mujeres mayores, quienes se identifican como lesbianas, bisexuales, transgénero o intersex, las migrantes y refugiadas, las de pueblos indígenas o minorías étnicas, o mujeres y niñas que viven con VIH y discapacidades, y aquellas en crisis humanitarias”.
Para entender la magnitud del problema es necesario conocer cuáles son las formas de violencia que puede sufrir una mujer. En Argentina, la Ley 26.485 categoriza los distintos tipos de violencia de género. La violencia física es una de ellas y es “la que se emplea contra el cuerpo de la mujer produciendo dolor, daño o riesgo de producirlo y cualquier otra forma de maltrato o agresión que afecte su integridad física”. Si tu pareja te golpea, zamarrea, te tira cosas, es violencia física. La máxima expresión de este tipo de violencia es el femicidio.
Otra forma de violencia es la psicológica, “que causa daño emocional y disminución de la autoestima”. Si te aísla de tus amigas, te insulta, te menosprecia, te critica el cuerpo o la manera de vestir, si te dice que no servís para nada es violencia psicológica.
Otra de las formas de violencia que sufren las mujeres es la sexual, que la Ley 26.485 define como “cualquier acción que implique la vulneración en todas sus formas, con o sin acceso genital, del derecho de la mujer de decidir voluntariamente acerca de su vida sexual o reproductiva”. Incluso dentro de una pareja, si fuerza las relaciones sexuales sin tu consentimiento, es violencia sexual.
Si controla los gastos que hacés, si no te deja trabajar fuera de tu casa, si no te deja manejar plata o no cumple con la cuota alimentaria, es violencia económica. Es decir, “menoscabar en los recursos económicos o patrimoniales de la mujer, a través de la sustracción o retención indebida de objetos, instrumentos de trabajo, documentos personales, bienes, valores y derechos patrimoniales”; y la violencia simbólica es “la que a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmita y reproduzca dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación de la mujer en la sociedad”, como asociar los cuidados y tareas domésticas sólo a las mujeres o cosificar los cuerpos.
Además, la Ley reconoce distintas modalidades de violencia según los ámbitos en los que se manifiesta como la violencia doméstica, la que “es ejercida contra las mujeres por un integrante del grupo familiar”; la violencia institucional como “la que tiene como fin retardar, obstaculizar o impedir que las mujeres tengan acceso a las políticas públicas”.
También tipifica a la violencia laboral, como “aquella que discrimina a las mujeres en los ámbitos de trabajo”, ya sea por su condición de madre, su estado civil, su edad o por no recibir igual remuneración a igual tarea, entre otros y la violencia contra la libertad reproductiva que es “aquella que vulnera el derecho de las mujeres a decidir libre y responsablemente el número de embarazos o el intervalo entre los nacimientos, de conformidad con la Ley 25.673 de Creación del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable”.
La violencia obstétrica también se encuentra reconocida por la Ley, y es la que “ejerce el personal de salud sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres”, como un trato deshumanizado o abuso de medicalización; y, en la actualidad, la violencia mediática, es decir la “publicación o difusión de mensajes e imágenes estereotipados a través de cualquier medio masivo de comunicación, que promueva la explotación de mujeres o sus imágenes”, así como también “la utilización de mujeres, adolescentes y niñas en mensajes e imágenes pornográficas, legitimando la desigualdad de trato, o que construye patrones socioculturales reproductores de la desigualdad o generadores de violencia contra las mujeres”.
El cruel asesinato de las hermanas Mirabal desató un reclamo largamente acallado. 40 años después, el objetivo es visibilizar la violencia machista y exigir políticas públicas para la protección de las mujeres en todos los ámbitos. Un cambio que ya no puede esperar más.
Fuentes: Naciones Unidas,
Página 12 y Argentina.gob.ar