Hablar de salud es hablar de paz interior, lo que significa que si logramos encontrar un cierto equilibrio en nuestro ser eso redundará en la belleza auténtica.
Para eso charlamos sobre la relación de los síntomas físicos relacionados con lo emocional con una psicóloga muy particular: “Gime”, mi compañera de trabajo.
Cómo poder ayudar a relacionar el por qué no nos sentimos bien, ya sea física o emocionalmente y crearnos un espacio donde visualizarnos desde 3 puntos que nos podrían ayudar a organizar, con alguna serie de pautas y ejercicios muy fáciles que hoy quiero compartirlo con ustedes.
1- Conocernos: Cómo es nuestro cuerpo y cómo está hoy. Me ubico en mi edad cronológica, cuántos años tengo y qué estilo de vida tengo.¿Puedo decir que me siento cómoda conmigo? ¿A qué llamo estar bien, cuando me siento mal qué me alienta, qué me lastima, cómo salgo de las situaciones difíciles? ¿Qué siento físicamente, dolor en la espalda, pesadez, hinchazón, angustia?
¿Cómo lo resuelvo, lo resuelvo realmente o lo callo con un antiinflamatorio, espero un poquito más porque ya va a pasar y tomo un antibiótico tras otro, ya que el dolor no sabe más cómo llamar la atención? Y es ahí que decido que no quiero seguir callando y decido tomar decisiones diferentes.
2- Decido habitarme: Aquí planificamos como en una casa, me organizo, ¿qué espacio tengo, qué necesidades tengo, cuáles herramientas tengo ahora y cuáles puedo adquirir, qué cosa es más útil para cada miembro y decido avanzar?
3- Cuando tomo la decisión, planteo situaciones y avanzo hacia disfrutarme para llegar al bienestar tan ansiado.
En el paso 1 conocerme, el chequeo clínico es fundamental para saber cómo estoy y con qué contamos para trabajar, cómo es y cómo está la casa.
La rutina de laboratorio debe incluir no sólo lo tradicional sino hormonas, minerales y otros según cómo estoy en la consulta.
Mi autoexamen me orienta a darme cuenta cómo me despierto, cansada, bien, radiante, hasta qué hora me siento con energía, qué como, qué tomo, voy al baño, qué actividades y cómo las realizo, con quiénes convivo, cómo manejo mis relaciones interpersonales.
Primeras preguntas planteadas que me ayudan a centrarme y conocerme.
Desde aquí decido qué haré con toda esa información.
Paro y decido habitarme.
¿Qué es lo primero que hacemos al entrar a una casa?
Limpieza: Puedo comenzar con limpieza mental, intestinal, hepática. Cómo puedo hacerlo, en el lugar donde estoy y con los recursos con los que cuento.
Cómo puedo dar toques diferentes a este avanzar para habitarme con gusto.
La clave, organizarme: Me centro en lo que quiero y me organizo.
Descubro que despertarme, estirarme muy bien, sonreírme y agradecer que desperté ya es excelente. Tomar agua y lavarme la lengua al comenzar mi día me dará ciertos beneficios que son fáciles de incorporar. Escuchar música agradable mientras preparo el desayuno o no, simplemente mientras me arreglo para salir.
Y por último chequear el celular para terminar de ultimar detalles de mi día, tal vez mi trabajo.
Esta pequeña rutina puede significar cambiar el hecho de levantarme y chequear chismes que no harán mi día mejor, rezongar no cambiará que tengo mil cosas que hacer y encontrarme con tal o cual persona, levantarme sin estirar me ayudará a aumentar mis contracturas.