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El tiempo que pasa no lo cura todo. Las ausencias y el dolor persisten en la mirada, en la voz. Irremediablemente, la herida aflora en el día a día. Se cumplen hoy doce años del día más triste del deporte misionero: la fatídica Tragedia del Paraná, donde ocho nadadores perdieron la vida cuando completaban el por entonces tradicional cruce a nado del río desde Encarnación a Posadas.
Víctor Sessa (36), Fernando Solé Mases (12), Eugenio Seró (59), Sebastián Ruzecki (19), Nicolás Levequi (14), Manuel Leiva (57), Mauro Bacigalupi (28) y Luis Saide (56) perdieron la vida en aquella mañana del sábado 16 de enero de 2010. Después, todo fue búsqueda: primero, para hallarlos; después, por Justicia. Y más tarde, para encontrar la fuerza para seguir.
En un nuevo aniversario de la tragedia, EL DEPOR habló con familiares de dos de las víctimas para entender cómo sigue la vida doce años después, qué cambió con el paso del tiempo y cuál es la reflexión que cada uno pudo encontrar luego del golpe.
Una vida y un legado
Ifo habló con este suple desde lejos. Es que ayer seguía en Río Negro, donde encabezaba la delegación de palistas misioneros que participó de la Maratón Internacional de canotaje más larga del mundo. Lo hizo, justamente, con los chicos del Club Náutico León Seró, entidad que se creó en homenaje al profe, su papá.
“Venir hasta acá con una delegación es todo un orgullo. Y es el legado que nos dejó a nosotros como hijos, pero también a los otros profes, a los alumnos, a los amigos. Todas esas vivencias hoy hacen que estemos acá”, sintetizó Ifo Seró a EL DEPOR.
No hace falta decir mucho más de León Seró. Fue todo un emblema del deporte misionero, en su faceta como profesor de Educación Física, en la gestión pública y como ntusiasta de la actividad física.
“Reconforta mucho la huella que él dejó en la sociedad posadeña y misionera, en lo deportivo, como docente del Liceo Storni y de la carrera de Educación Física en el Montoya. Siempre me cruzo con alumnos y me recuerdan lo predispuesto que era, que no era un profe de escritorio, si no que llevaba a la práctica todo lo que inculcaba”, subraya Ifo, y destaca algo que nadie puede refutar: “El deporte era, para él, un estilo de vida”.
Doce años después, Ifo, sus hermanos y amigos mantienen viva la memoria de León. “El pasar de los años nos hizo todo esto un poco más llevadero, pero en la memoria él está más vivo que nunca. Siempre lo tenemos presente, sobre todo cuando llevamos adelante este tipo de actividades con el club que lleva su nombre. Eso, como te digo, nos llena de orgullo”, aclara.
Finalmente, en cuanto a la Justicia y los dos condenados que tuvo la causa, Ifo reconoció que, tanto para él como para su familia, “ese capítulo ya está terminado; desde mi punto de vista y a nivel familiar, no tenemos nada en contra de ninguna de las personas que obró ese día, porque sabemos que nadie actuó de mala fe, al contrario, el cruce del Paraná siempre fue una fiesta. Y todos los que estábamos ese día tratamos de hacer las cosas de la mejor manera, pero confluyeron muchos factores y pasó todo esto”, resumió Ifo, quien más allá de la pérdida y el dolor, encuentra en lo sucedido “un punto de inflexión para que se mejoren muchas cosas, como la seguridad en el río; si sirvió para que no vuelva a pasar y se pierdan más vidas, tenemos que quedarnos con lo positivo”.
Preguntas sin respuesta
“El tiempo pasó, pero uno no se olvida. La cicatriz queda y siempre recordás ese momento de dolor. A nosotros nos pasa que en diciembre coinciden varios cumpleaños y ya sabemos que está por llegar enero y esa silla está vacía. Y ahí empiezan miles de preguntas.. ¿cómo habría sido si no hubiera pasado? ¿Cómo habría sido como padre?”, se pregunta hasta hoy Franco, hermano de Mauro Bacigalupi, que aquel día de 2010 entregó su vida para salvar la de una decena de deportistas.
Uno de los puntos más duros tiene que ver con que Mauro acababa de ser padre cuando perdió la vida. “Hoy el hijo de Mauro tiene 12 años y uno se pregunta cómo hubiese sido él como padre. Uno va viviendo, se va acostumbrando al dolor y te das cuenta que tenés que seguir, pero ese dolor termina siendo parte de tu vida. A veces lo recordamos con alegría, otras veces es un bajón. Así es nuestra vida hoy, tanto nosotros como mis viejos, que la siguen peleando. Para ellos también es un sube y baja, hay días que están bien y días que están mal; en la mirada de ellos te das cuenta que les falta algo en el alma”, cuenta.
Respecto al juicio federal que se llevó a cabo por el hecho, Franco explicó que “lo que nosotros queríamos era que todos se enteren lo que había pasado, que no estábamos errados. La Justicia les dijo a los responsables que son culpables porque no hubo prevención, no pensaron en la seguridad. Lezcano y Alfonso quedaron libres al poco tiempo, pero nosotros ya cumplimos doce años sin Mauro”.
Bacigalupi reconoce que la batería de interrogantes lo persigue hasta el día de hoy. “Siempre nos preguntamos por qué les pasó esto a ellos, que nunca molestaron a nadie, que eran gente buena. Siempre nos preguntamos por qué no sucedió un milagro”, cerró Franco, doce años después, sin hallar todavía una respuesta.
Una crónica marcada por el dolor y la tragedia
La Tragedia del Paraná tuvo lugar durante la 80ª edición del cruce a nado del río. La competencia, que debía unir el Club Pacú Cuá de Encarnación con el Instituto del Seguro, en Posadas, se vio truncada minutos después de las 10 de ese sábado 16 de enero de 2010, cuando un grupo de nadadores y acompañantes (en piragua) fueron succionados por efecto de la corriente y el viento hacia barcazas sojeras ancladas en el Paraná.
Desde entonces y hasta el 5 de febrero se inició una búsqueda colectiva de los nadadores a través del amplio Paraná. No hubo milagro y los ocho desaparecidos fueron hallados sin vida en distintos puntos del río.
Una vez superado el trauma inicial, los familiares iniciaron un largo reclamo por justicia que desembocó en el juicio a los dos responsables, Hugo Alfonso, organizador de la prueba; y el prefecto Jorge Lezcano, al frente del Puerto Posadas de la Prefectura Naval Argentina al momento del hecho.
El 9 de diciembre de 2014, el Tribunal Federal condenó a Alfonso a tres años y medio; y a Lezcano, a cuatro años, ambos por el delito de “homicidio culposo calificado por el número de víctimas”. En el caso del prefecturiano, aquella figura se agravó por ser funcionario de una fuerza de seguridad. Ambos cumplieron condena y recuperaron la libertad.