No es nada más que un gobierno el que asume las consecuencias sobre sus propias decisiones, sino todo un país. Con esto en mente quizás mucho de los males que nos aquejaron y lo siguen haciendo durante los últimos lustros no tendrían la magnitud que tienen y, por ende, no dejarían tantas marcas en el tejido social.
A estas alturas contar con un principio de acuerdo con el mayor acreedor del país es positivo y, aunque restan por conocerse importantes detalles del entendimiento, no deja de ser sumamente importante entender que se frenó mucho la inercia de la crisis y lejos estamos de superarla.
Con todo, el acuerdo comienza a dibujar algo que el actual Gobierno evitó permanentemente desde su punto de partida: el apego a un plan. Al final ocurrió lo que casi siempre sucede con la estructura económica y financiera argentina: lo que no corrige el Gobierno lo termina haciendo el mercado.
El entendimiento con el Fondo implica una reducción del déficit fiscal que deposita al país en 2025 con déficit nulo. Advierte además que, aunque gradualmente, el Banco Central deberá dejar de financiar al Gobierno.
Cualquiera sea el camino para lograr esa meta, seguramente no estará exenta de nuevos desafíos para una población sumamente agotada. No es nada más que un gobierno el que asume las consecuencias sobre sus propias decisiones, sino todo un país.
Tampoco se debe olvidar que la situación que hoy se intenta solventar deviene de decisiones de un gobierno anterior que, al mismo tiempo, se justifica aduciendo que lo hizo para compensar la crisis de la administración que lo antecedió… y así sucesivamente.
Lo que queda claro es que las consecuencias las seguimos pagando los argentinos.
Quizás por eso, cuando se asuman semejantes compromisos, convenga que las administraciones sean más rigurosas y proyecten a largo plazo.