De la mano de la fuerte inercia del año anterior, de las fallidas maniobras gubernamentales y de los dolorosos aumentos sorpresivos como el de los combustibles la semana pasada, la inflación volverá a estar al tope de las preocupaciones de los argentinos durante el presente año. La premisa deja también al descubierto la pérdida del poder adquisitivo de los sectores más sensibles y deja nuevamente al borde a la clase media.
En su proyecto de Presupuesto que aún no fue aprobado por el Congreso, el Gobierno argentino estableció una marca de 33% de inflación para todo el año en curso, pero bien sabemos todos a estas alturas de la historia nacional y de la magnitud de sus crisis, que la proyección establecida en el Presupuesto no es más que un relleno.
De hecho, ya son varios los funcionarios nacionales que intentan desactivar las bombas informativas sobre los precios admitiendo de antemano que es probable que no se cumpla con lo pautado en el Presupuesto 2022. Al mismo tiempo se preparan subas de tasas y se aceleran acuerdos de precios buscando frenar los aumentos.
“En 2022 vamos a repetir lo que hicimos en 2021. Vamos a trabajar con una pauta inflacionaria, que estimamos es del 40%”, dijo por estos días el ministro de Trabajo de la Nación, Claudio Moroni, rompiendo así las previsiones del Presupuesto y estableciendo un piso para el IPC 2022. Cabe recordar que el año pasado se había pautado 29% y se terminó con una inflación superior al 50%.
Justamente la próxima semana conoceremos el índice inflacionario de enero, un mes que se contagió del recalentamiento de precios de diciembre y que marcará el inicio de otro fracaso estadístico gubernamental.