Con un principio de acuerdo y un debate parlamentario por delante, Argentina está camino a quitarle tensión a uno de sus mayores problemas, aunque lejos está de ser el más preocupante. La inflación sigue ahí, monumental y agobiante, trascendiendo gobiernos, partidos e ideologías, dañando el tejido social de millones de familias argentinas.
Expresar a diario que el problema los tiene atentos no resuelve la cuestión de fondo. Los funcionarios, directa e indirectamente ligados a la problemática de los precios, deben ponerse manos a la obra para frenar la escalada. No sirve de nada esperar a la firma del entendimiento para echar a andar, de una vez por todas, medidas contundentes y no los torpes y nada efectivos acuerdos de precios.
Porque a diario la inflación sume en la angustia a millones de personas cuyos ingresos pierden en la carrera con los costos.
Bajo esta dinámica inflacionaria que supera los 50 puntos al año ya no existen causas aisladas. La escalada obedece a múltiples factores que actúan al mismo tiempo y generan subidas que ya son semanales.
Una semana suben por la inflación, a la siguiente por el aumento de los combustibles, a continuación, por cuestiones estacionales y así llegamos a que los precios varían todo el tiempo.
Frente a ese contexto es que se debería, primero, frenar la inercia, y luego atar la macroeconomía a un plan integral que atienda lo más urgente y necesario.