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“Solo hice un asado”, exclamaba en tono de broma, Lucas Daniel Bremer Koch (37), cuando los medios lo llamaban para entrevistarlo después que ganara la competencia de Mejor Asador. Fue durante el evento culinario organizado por la Dirección de Turismo de Oberá en las instalaciones del Salto Berrondo, donde entre diez participantes, fue secundado por los locales, Emilio Panasiuk y Lucas Garay.
Contó a Ko’ape que todo surgió por la insistencia de su concuñado, el reconocido chef Juan Pablo Koch, que “había probado mis asados y quería que participara. Había más de cien inscriptos, me anoté y salí seleccionado. No me esperaba quedar entre los diez competidores porque la mayoría se vincula al rubro gastronómico”. Una vez que supo cuál sería el corte a utilizar, Bremer Koch (el último apellido significa cocinero en alemán) pensó la estrategia a utilizar con el fin de hacer algo distinto.
“Una noche, prendí la parrilla y practiqué, pero allá existe un reglamento y un jurado calificado (Camila Chamorro, Rolando Angelotti y José Andrés Oliveras) cuyo paladar debía ser conquistado”, señaló, quien se autocalificó como “una persona con buen apetito”.
En apenas tres horas debía resolver todo. La organización facilitó los diez cortes de costilla de cinco kilogramos, que fueron sorteados al igual que las parrillas con la leña y el carbón, y la hora del inicio, a fin que todos estuvieran en igualdad de condiciones.
Oriundo de la Capital de la Alegría, dijo que estaba “muy nervioso” y que al arrancar, se aferró a un cronómetro porque “sabía que tenía tres horas. Había diagramado en qué tiempo tenía que dar vuelta la carne, en qué tiempo tener las verduras asadas, gracias a Dios el plan salió a la perfección”.
Aseguró que cuando en esta quinta edición realizada en el Salto Berrondo anunciaron su nombre, “gritaba como loco porque no me lo esperaba. El tercer ganador también se llamaba Lucas, entonces dije: bueno, gané el tercer puesto, y estaba re contento con eso. Pero después supe que era Lucas Garay, y cuando me dijeron que salí ganador, no me lo esperaba porque la calidad de platos era impresionante. Competí con chicos que preparan ocho platos calientes por día. Se dedican a eso y tienen cancha. Tuve la suerte que al jurado le gustó. La verdad que fue totalmente inesperado lo que para mí fue más lindo todavía. Fui a pasar bien, a divertirme, a escuchar música mientras preparaba el asado, hacer amigo de los otros parrilleros. Con eso ya estaba contento. Cuando me dijeron que gané fue como un plus. Al otro día me llamaban para entrevistas y yo decía ¿qué pasó?, yo solo hice un asado”, agregó entre risas, quien celebró junto a su esposa Adriana Gambini y sus pequeños, Santi (5) y Tomás (7).
Preparando el clima
Bremer Koch insistió con que “estaba súper nervioso porque todos eran muy buenos asadores, según supe por la experiencia detallada por cada uno antes del inicio del certamen. No todos comenzamos en el mismo horario porque si no ¿cómo iba a hacer el jurado para probar diez asados en el mismo momento?”.
Para el ganador, la competencia fue “muy seria” y “muy bien organizada. Arranqué a las 10.40, en el octavo lugar. A las tres horas, ni un minuto más ni uno menos, tenía que presentar el plato a la mesa del jurado. Fue una experiencia novedosa que, no sabía que podía tener tanta repercusión”.
Y se dijo: “bueno, yo hago el asado de esta manera, y voy a ser fiel a mi estilo. Es un asado jugoso, con los huesos corridos. Eso es, a veces, un desafío para el asador, más en ese tiempo establecido. Porque no podía preparar la leña y dejarla lista para prender; cuando arrancaban las tres horas recién podía prender el fuego. Lograr que un corte que tiene quince centímetros de grosor se cocine bien y se corra el hueso, era un desafío, pero salió”.
Indicó que, si bien el jurado también se enfocó en el acompañamiento, “el 70% de la evaluación giraba sobre la carne, cómo procediste a prender el fuego, el orden, tu mesa, la parte técnica, el sabor de la carne, la cocción, si era original”. Contó que la mitad de la carne fue condimentada con una crema de ajo, que colocó dentro mediante un par de perforaciones a la res.
“Le inserté la sal con el ajo, traje romero y orégano que ese mismo día recogí fresquito de la huerta, los apoyé arriba para que la grasa se cocine con eso y tome el sabor. Al darle vuelta, tiré unos gajitos al fuego para que el humo impregne el aroma”, dijo al develar parte de la receta.
Pero como era un corte largo, lo dividió en dos. “Al otro lo hice con un chimichurri elaborado en base a cerveza IPA, ajo y otros ingredientes. Cada uno de los cortes tenía un sabor distinto. Fue acompañado por panes hechos a la parrilla, rellenos con queso y con verduras, que se asaron en el mismo espacio. Cociné las verduras, esperé que se enfríen y recién ahí lo armé con la masa que tenía leudada”, refirió. Acompañó con una provoletta y una ensalada de rúcula y parmesano con lechuga japonesa y tres tipos de tomate cherri (amarillo, chocolate y rojo), además de una crema de berenjena asada.
Recordó que los primeros asados que hizo fueron con su papá, Gerardo, en el hogar de su casa. “Era invierno y tenía unos 13 años. Mi viejo fue mi primer influencer en esto. Ahora sigo haciendo con los chicos de paddle –mi deporte preferido-, en la peña de los jueves, y con mi familia. Me gusta compartir, relacionarme, servir a los demás. El asado y la música son mis excusas para convocar a toda la gente que quiero. Durante la cuarentena, no sé cuántos asados hice. Es como un pasatiempo que me gusta. Y esto me incentivó y me gustaría realizar eventos, aprovechando la oportunidad. Presentar servicios o participar de otras competencias. Existe, por ejemplo, un equipo argentino de asadores. Ser parte, sería lo más”, aseveró.
“Locuras personales”
El licenciado en administración de empresas reconoció que, después de su familia, el asado y la música “son mis pasiones” y que, con esta última, está inmerso en varios proyectos. Durante la cuarentena con el guitarrista Manuel Díaz, con quien conforma la banda “Manukas”, tomaron obras clásicas de Atahualpa Yupanqui, Ramón Ayala, y “las reversionamos”.
Contó que “salimos a tocar, probamos y anduvo. El año pasado tuvimos la oportunidad de grabar en Romaphonic, que es el exestudio de Fito Páez, donde se grabaron todos sus discos desde Circo Bit en adelante, además de Divididos, Eruca Sativa, Coldplay. También participamos de una entrevista con Tery Langer, que es el guitarrista de Carajo”.
Para ambos, “fue un desafío enorme, primero porque nunca escuché que una banda completa, con el 100% de músicos misioneros, grabe en Romaphonic. Mi idea era ser precursor, no solo en el estilo sino en arriesgarnos de ir a hacer algo, que quede asentado para la posteridad algo que para nosotros es una pasión”.
Reconoció que “pusimos mucho esfuerzo. Para tocar las chacareras tomé clases online con Pedro Pacheco, que es el batero de Soledad, y Cacho Bernal, Embajador Musical del NEA, me ayudó con la Danza del Mainumby. Me dieron tips respecto al lenguaje folclórico que traté de mantenerlos, reversionar la canción, pero sin destruir la idea original”.
Asimismo, es parte de la banda de reggae “Beto Sanchez The Missioners”, que tiene un mensaje de paz y de amor, además “de tocar con amigos, canciones que nos gustan”.
Con la música arrancó a los 14 años, tocando en la iglesia. “En Alem no había adonde estudiar. A los 21, con La Guardia, tocamos en la Fiesta del Inmigrante. Eso fue como algo que dejo dentro mío las ganas de seguir tocando. Pero tuve que terminar la carrera, me casé, tuve hijos. De grande, haber retomado, vale mucho”.
Había dejado el instrumento desde los 25 hasta los 33 “porque no tenía adonde armar la batería porque es mucho ruido. A los 32 me mudé a la casa de mi abuela, donde hay mucho espacio, y por primera vez pude armar la bata en mi casa, y me puse a estudiar y surgieron estos proyectos”, manifestó.
Celebra que “no abandoné, que no solté, no dejé mi pasión, seguí practicando. Si no estaba la bata algo me faltaba, pero solo un músico entiende eso. Todo músico sueña con crecer, con que se escuche lo que hace, con que le guste a los demás, con expresarse con crear y avanzar en eso. Para mi no haber abandonado, es lo mejor”.
Admitió que “siempre me gustó hacer el asado”. Aprendió cocinando choripanes para los compañeros del secundario del Instituto Juan Bautista Alberdi, de Leandro N. Alem, en el hogar de su casa y mirando el mundial Francia 98.
También en Posadas, mientras cursaba la licenciatura en administración de empresas, en la Facultad de Ciencias Económicas de la UNaM. “Siempre me tocó hacer el asado, con mis amigos, como baterista en la etapa de músico, durante los ensayos que, casi siempre, se realizan en los quinchos”.
“Lo que hago es preparar la leña, armar la batería, tocar dos o tres temas, preparar la carne, tocar dos o tres temas, poner la carne, tres o cuatro temas, dar vuelta, y ensayar hasta que el asado esté listo. Ese es el cronómetro. Estoy acostumbrado. Como baterista soy un poco obsesionado con los tiempos”. Entiende que el asado es parte de nuestra cultura, y tiene mucho que ver con el compartir.
“Nadie hace un asado para comer solo. Durante la pandemia comprobamos que hasta el mate podemos tomar solos, pero un asado, es muy difícil. Se trata de compartir, de estar con alguien, siempre fue una excusa para que vengan, para juntarnos, la amistad”, comentó, quien se ganó un cheque de 25 mil pesos y un chulengo.