Las dramáticas noticias que llegan desde Ucrania y la tensión que se está acumulando -a nivel más político que social- por el entendimiento por la deuda argentina con el FMI sacaron un poco del foco de la opinión pública a la desastrosa situación ambiental y productiva en la que se encuentran Misiones, Corrientes y la región a causa de la sequía.
Sin embargo, lo urgente no debe opacar lo importante, que se revela en cada vez más realidades cotidianas: desde la falta de agua potable para consumo hasta la pérdida de cosechas en casi todos (por no decir todos) los sectores productivos, tal y como viene publicando PRIMERA EDICIÓN casi a diario, sin olvidar las irreparables pérdidas de flora y fauna a causa de los devastadores incendios de semanas anteriores.
Lo cierto es que, más allá de alguna tormenta o chaparrón aislados, las perspectivas son de profundo déficit hídrico en los próximos meses, lo que trae como consecuencia directa un altísimo riesgo de que se reproduzcan los focos de incendio si la población no toma conciencia de que la prohibición de quemas e inicio de fuegos no es caprichosa, sino la única forma de prevenir que las llamas vuelvan a provocar desastres en la región.
Para colmo, los últimos análisis hidrológicos ratifican que el nivel de los ríos que bañan nuestra provincia, el Paraná y el Uruguay, mantendrá su tendencia a la baja, con su consiguiente afectación de fauna íctica, posible contaminación de aguas por estancamiento y mayores dificultades para dotar de un mínimo de vital líquido a la población que se abastece de esas cuencas, ni hablar en el medio rural.
Y pensando a largo plazo, un inquietante informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la organización ambiental GRID-Arendal, conocido en las últimas horas, advierte que para el año 2050 los incendios forestales aumentarán un 30% y un 50% para fin de siglo, debido a la crisis climática que sufre nuestro planeta.
“El calentamiento global, las sequías y los cambios de uso de la tierra” son causados por el “desastre que genera la actividad humana”, remarca el estudio, que vuelve a interpelarnos sobre qué estamos haciendo tan mal entre todos y qué podemos hacer para revertirlo o por lo menos frenarlo.