José Bentolila confiesa que cuando Josy lo siguió, lo dejaron entrar a la casa con la idea de buscar a sus dueños. Pasaron los días y consiguió tres personas que quisieron adoptarlo, pero “ya no lo pude entregar”.
Fue un día cuando José fue a la feria, “me siguió a casa, cuando le quería tocar no se dejaba. Lo dejamos afuera y una hora después salimos con mi señora y él seguía ahí”, así comenzó la vida de Josy en su nuevo hogar.
Cuenta además que en la familia están convencidos de que “tenía familia por sus características, por ser respetuoso y le gustaban los chicos. No lo pudimos dar más, lo operamos para castrarlo y ahí fue su primer acto de amor, dormía sobre mi panza y lloraba hasta que ya estuvo bien. Intentamos que duerma en el patio pero lloraba tanto y toda la noche, que comenzó a dormir adentro y buscaba ir a dormir a nuestra pieza, cuando vino mi hija logró subir a la cama y ya no se bajó”.
José confiesa que Josy “es un bandido que se compró nuestros corazones. Es muy grato tenerlo, me cambió la vida”. Josy va a todos lados con su dueño, incluso no puede estar solo siempre tiene que estar con alguien.
Va al centro, al trabajo, salen a pasear en kayak, en auto y cuando quiere la comida que comen sus amigos humanos, “gira en dos patas como si fuera un perro de circo”.