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Recordamos los primeros almacenes y carnicerías de Itá Curuzú, Guatambú y Horqueta, que quedaron en el olvido y que formaron parte del crecimiento de la colonia.
El primer carnicero pionero de esta zona fue Cristian Kipp. Llegó desde Europa en el año 1923, y como era descendiente de una familia de carniceros, una vez establecido acá tuvo la necesidad de seguir con su profesión. Todavía conseguir animales para faenar era difícil, la colonia era muy pequeña aún. Pero logró contactos y decidió viajar a Corrientes para conseguir los animales necesarios. Trajo tropas de animales para faenar y seguir adelante.
Con visión de progreso anexó a las tropas, caballos y bueyes, para trabajar la tierra. La mayoría de los bueyes se llevaban a los obrajes (lugares de montes cerrados donde se explotaba la madera), porque eran resistentes para este esfuerzo.
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Para la colonia era una solución, una vez instalados los colonos y sus personales se abastecían gratamente con el sustento de la carne.
En Itá Curuzú, en el año 1932, Balduino Reckziegel abrió las puertas del primer almacén de Ramos Generales. En sus comienzos era Kipp quien le abastecía con la carne y así sus clientes ya llevaban todas provisiones de la semana. Más tarde, construyó un pequeño matadero (lugar donde se faena animales) en su propio potrero y abastecía a su almacén.
Pasan varios años y lo transfiere a su hermano, Alfredo Reckziegel y Don Balduino se hace cargo de la Compañía Tarumá, grandes explotadores de madera nativa. El pequeño matadero fue atendido durante años por Helmut Reckziegel y luego se hizo cargo el señor Toledo, quien un tiempo más tarde se trasladó a la colonia Guatambú, colonia lindante, y abre una carnicería propia llamándola “El sol nace para todos”.
Viendo la necesidad de la colonia Itá Curuzú, un vecino, Günther Waidelich, continuó con las tareas del matadero de Balduino Reckziegel. Es así que compra animales de los colonos, abre una carnicería donde anexa embutidos y carne ahumada de muy buena calidad. Con el correr del tiempo y la poca población existente en la colonia decidió cerrar dicha carnicería.
Entre 1924 y 1925, Helmos Braun abre una cantina y la primera cancha de Bowling. Corría el año 1941 y por razones de salud vendió esta propiedad a Fernando Beil (padre) que venía con su esposa Elisa desde Caraguatay, colonia vecina. Allí instaló un almacén de Ramos Generales, una carnicería, pero con una particularidad distinta, faenaba los animales en la casa de los colonos. Con el correr de los años todo el sistema cambió, en 1963 dejó su actividad y la transfirió a su hijo Fernando y familia. Dicha actividad continúa hasta el día de hoy y está a cargo de la familia, ofreciendo anexo de embutidos de muy buena calidad y reconocidos en muchas localidades de la zona.
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Entre los años 1941 y 1942, la Cooperativa Agrícola instaló una sucursal de ramos generales en Colonia Guatambú, para así aliviar las distancias para sus asociados y comunidad en general, habiendo ya allí un secadero de yerba mate con barbacuá (sistema de secado de la yerba). Los obreros que trabajaban en el secadero junto a sus familias y los tareferos con sus familias estaban asentados en las inmediaciones del secadero que más tarde pasó a llamarse “Villa Guatambú”. En la actualidad el secadero continúa trabajando, las familias fueron asentadas en otro barrio con viviendas propias, el almacén cerró sus puertas y queda únicamente el expendio de combustible.
En los años 1939–1940 con la inmigración de polacos, alemanes y rusos a la Colonia Alto Itá Curuzú, y teniendo que recorrer mucha distancia para conseguir las provisiones, uno de los integrantes, Jacobo Polzin, vio la necesidad de abrir un almacén de Ramos Generales en su propia casa y un tiempo más tarde por la llegada de más población hizo lo mismo, Rudolfo Fröschke.
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En los años 1934–1935, Arnoldo Naujorks dejó de atender el “Hotel Central” y se instaló en Guatambú con un almacén de Ramos Generales, anexo ropas de trabajo de la marca Grafa. Trabajó con su madre Clementina durante varios años. Al tiempo conoció a Magdalena Fels, que sería su compañera y con quien tuvo dos hijos. El almacén se llamaba “El Guatambú”, hoy sólo queda el recuerdo. Su hijo Gerardo continúa la rama textil en Montecarlo, lugar conocido como “Fademar”.
En Alto Itá Curuzú, lugar llamado Horqueta en 1956, se instaló un nuevo almacén de Ramos generales, su dueño era Wonimar Loose y su esposa, Elsa Sommer. Funciona durante unos años y luego por razones de salud vende dicha propiedad a Héctor Kalmbach (1965). Seis años más tarde se vuelve a vender la propiedad a Otto Schwarz, quien trabaja junto a su esposa durante muchos años, una vez que la colonia comienza a despoblarse se trasladan a Montecarlo (el pueblo). Actualmente ese lugar es una vivienda familiar.
La importancia de la Estafeta
Seguimos recordando… la colonia fue creciendo, y llegó la Estafeta Postal, instalada en el Lote 51, línea Caraguatay, propiedad de Hugo Alfreo Reckziegel. Dicha Estafeta fue inaugurada el 18 de junio de 1957 por el Inspector Michel Córdoba, nombrando como encargado titular de la misma a Erwin Reckzigel, con la cooperante Helga Götz. Se hacían muchos movimientos, como, por ejemplo: remesas postales (giros en efectivo) que se recibían y se enviaban, se mandaban y recibían telegramas, cartas certificadas, cartas con aviso de retorno, cartas expreso, encomiendas, cartas simples e impresos (diarios), se atendía al público en horario corrido desde la mañana hasta la entrada la noche.
A toda esa correspondencia la traía y llevaba la Empresa de transporte de colectivos local de Tito Franke. Con el correr de los años se iba despoblando la colonia y con mucho esfuerzo se trataba de mantener la Estafeta Postal, se hizo insostenible y el 18 de enero de 1986 se clausuró dicha estafeta, dejando atrás muchos recuerdos y 29 años de trabajo. El motivo en definitiva fue la gran despoblación de la Colonia Itá Curuzú.
En los años 1943, 1944, Arnoldo Reckziegel instaló un Comedor Bar, donde los maestros de la Escuela Nº240 recibían su almuerzo. Estos docentes eran oriundos de distintos lugares, podemos recordar a Hilda Capurro y a la señora Arrechea, de la ciudad de Posadas; el señor Yanikoski, de Apóstoles; Jovino Vera, de la provincia de La Rioja, entre otros, quienes además vivían en el patio del establecimiento.
Años más tarde, Don Arnoldo anexó una pista de baile que servía de recreación para los habitantes de la colonia. Con el paso del tiempo se hizo cargo de dichas actividades su hijo Erwin, dichas actividades terminaron en el año 1968.
Por Helga Götz
Hija de pioneros
P/D: Esta historia fue presentada en la 11° Jornada de Historias de Vida de Montecarlo, en mayo de 2012, en el marco de los 92 años del pueblo y su colonia. Se halla publicada en el libro Volumen 8 de Historias de vida de Montecarlo de Agrupación Fundadores.