Luego de alzarse con la victoria en las elecciones de 1990, “Cambio 90”, el partido oficialista, no obtuvo mayoría en el Congreso de la República -Cámara de Diputados y Senado- frente a las mayorías relativas del Partido Aprista Peruano y el Fredemo; sin embargo, ambas cámaras habían delegado al presidente Alberto Fujimori tres períodos sucesivos (180 días cada uno) de facultades legislativas con la finalidad de permitir las reformas económicas consideradas “necesarias”.
La oposición, que revisaba exhaustivamente el paquete de decretos legislativos expedidos por el Ejecutivo, se sintió ofendida porque el presidente había observado más de diez proyectos de ley dados por el Legislativo. Asimismo una comisión del Senado investigaba los casos de violaciones a los derechos humanos, por los que fue juzgado y condenado Alberto Fujimori años más tarde.
Ante la negativa del Congreso para concederle amplios poderes para legislar sin fiscalización, Fujimori decidió el domingo 5 de abril de 1992 disolver el Congreso de la República y el martes 7 de abril se publicó la Ley de Bases del Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional.
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El propio Presidente apareció ese domingo del 5 abril remplazando al noticiero de la noche en todos los canales. Luego de un inventario de culpas ajenas, y de enfatizar diferencias con el Poder Legislativo, anunció que había decidido “disolver, disolver” -lo dijo dos veces- el Congreso de la República.
Acto seguido, anunció que la medida se extendía al Poder Judicial, la Fiscalía, la Contraloría, la Constitución misma en todos los acápites que se opusieran a la “reconstrucción nacional”.
Añadió, finalmente: “Como Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional he dispuesto que se tomen inmediatamente las acciones pertinentes”.
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Un viejo plan
El golpe estaba siguiendo los lineamientos del llamado “Plan Verde”, abortado proyecto militar elaborado en 1989 para derrocar a Alan García. Pero lo seguía con tal fidelidad que cometía ciertos dislates. Por ejemplo, fueron a clausurar publicaciones que ya no circulaban e intentaron detener a jefes policiales que habían pasado al retiro.
El “Plan Verde” calculaba que unos 3.000 civiles armados resistirían el golpe, por lo que esa noche se envió un contingente con blindados para tomar la Casa del Pueblo, el local partidario de García. Pero allí encontraron sólo a un aterrado guardián que pronto rindió su linterna y escoba.
El domicilio del propio García fue rodeado por tropas que cercaron varias manzanas. Luego, entraron a la residencia del entonces ex presidente. No lo encontraron, porque se había fugado por los techos y se había escondido en un lugar muy especial: la caseta de la bomba de la piscina de un vecino, Juan Carlos Hurtado Miller, que acababa de ser el primer ministro del propio Fujimori. Esto se supo años después. Resulta que Hurtado Miller estaba en desacuerdo con la medida de fuerza.
Al día siguiente pocos medios, en su mayoría de la prensa y radio, se oponían enérgicamente al golpe. La televisión claudicaba. A las pocas horas se difundió una sospechosa encuesta “flash” que decía que el 80% de la población aprobaba el que luego se conoció como “fujimorazo”.