“La dignidad del trabajo y la belleza del reposo” fue la centralidad del mensaje del papa Francisco en el marco de la conmemoración del Día Internacional de los Trabajadores que hemos celebrado el pasado 1º de Mayo. Es oportuno que podamos reflexionar sobre nuestra realidad del trabajo, para lograr también el sano equilibrio que debe existir entre el trabajo que nos dignifica y el reposo que repone nuestras fuerzas y sostiene la vida familiar y social.
Desde la Palabra de Dios nos damos cuenta que el trabajo es la vocación que dignifica al ser humano. El trabajo nos hace semejantes a Dios, porque compartimos la misión de seguir creando y transformando nuestra realidad con la gracia de la creatividad y esfuerzo permanente. Somos co-creadores con Dios de todo lo que se viene gestando en nuestro mundo. Formamos parte de esta hermosa misión de la creación de Dios y tenemos el mandato de cuidar la obra iniciada por el mismo Dios.
El libro del Genésis nos habla del trabajo, como el mismo acto de creación de Dios: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn1, 1) y una vez finalizada la creación del universo el libro del Génesis habla del descanso del mismo Dios, regalándonos el valor del reposo: “Y en el séptimo día completó Dios la obra que había hecho, y reposó en el día séptimo de toda la obra que había hecho. Y bendijo Dios el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que Él había creado y hecho” (Gn 2, 2-3).
Vemos entonces la importancia del sano equilibrio entre el trabajo y el descanso que nos fortalece como familia y comunidad. Y por encima de todo, disfrutar de lo que hacemos con mucho sacrificio, dedicación y entrega. Nos recuerda nuestro querido papa Francisco: “El trabajo tiene en sí mismo una bondad y crea la armonía de las cosas -belleza, bondad- e involucra al hombre en todo: en su pensamiento, en su acción, en todo. El hombre está involucrado en el trabajo. Es la primera vocación del hombre: trabajar. Y esto le da dignidad al hombre. La dignidad que lo hace parecerse a Dios. La dignidad del trabajo”.
En este sentido todos tenemos la misión de fortalecer esta doble dimensión del trabajo: lo material y lo espiritual. La persona humana es un todo y se refleja su persona – sus conocimientos, capacidades, creatividad, sentimientos, emociones y anhelos en lo que realiza en la vida. El ser humano, llega a la realización plena, a través de lo que hace durante su paso por esta tierra.
San Pablo nos ilumina sobre la espiritualidad de todo trabajador, desde la transcendencia que encierra toda acción humana: “…ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor 10, 31) Estamos llamados a glorificarlo a Dios con nuestro trabajo y transformar nuestra realidad con el hermoso don y gracia del trabajo.
Que en la conmemoración del día del trabajador, honremos a tantos trabajadores generosos, inculquemos el valor de la rectitud, constancia, perseverancia, esfuerzo sincero ante los desafíos de la vida. Que inspiremos, con nuestro ejemplo, a nuestros niños y jóvenes en la construcción de hábitos de esfuerzo, dedicación y responsabilidad desde temprana edad. Que San José, modelo de trabajador incansable, interceda por el don del trabajo y por tantas personas que buscan un trabajo que les permita a través de él, dignificarse y sostener su hogar.
¡Feliz día para todos los trabajadores!