De una probabilidad a una promesa difícil de cumplir. Y de ahí a una imposibilidad. La lucha que los salarios le plantean a la inflación con cada período que comienza fue irreal en el período pasado, pero imposible en el que está en ejercicio.
Los niveles actuales de los precios y su dinámica alcista son imposibles de alcanzar para cualquier paritaria. Cerrar hoy un monto para todo el año es garantizar una pérdida de poder adquisitivo.
Aplicarle una cláusula gatillo no asegura absolutamente nada. Y negociar por períodos ya no alcanza… aun cuando sea por trimestres.
La inflación en Argentina se salió de cualquier control posible y el modo que tiene el Gobierno de encarar ese flagelo garantiza que siga así.
En las últimas semanas ya ni siquiera se trataba de bajar el Índice de Precios al Consumidor, sino de que subiera lo menos posible. Ahora los esfuerzos son para que no alcance los tres dígitos. Así de implacable se volvió uno de los mayores flagelos contra el poder adquisitivo de los argentinos.
Así las cosas, la realidad se impone a las promesas incumplidas e incumplibles. Incluso persiste el peligro de que a fin de año el Gobierno intente vender la ilusión de que los sueldos ganaron la batalla y entonces, todo aquello atado al Coeficiente de Variación Salarial (CVS) suba exponencialmente. Sucedió el año pasado y puede volver a suceder, por ejemplo, con los créditos hipotecarios que varían de acuerdo al índice salarial.
Se trata de un estadío distinto… uno en el que tener un trabajo registrado no asegura zafar de la pobreza. Pero no es un fenómeno nuevo, sino que se fue acentuando en los últimos años a partir de los monumentales errores de los gobiernos al momento de encarar algo tan delicado como la inflación. Todos aportaron a esta realidad.