Es una frase común que solemos decir cuando nos preguntan cómo estamos. Y decimos: “estoy bien!”. A veces nos sentimos mal, con dolores físicos, emocionales y repetimos esa frase automáticamente.
Puede ser porque hemos aprendido desde nuestra casa que debíamos estar bien, sobre todo en hogares donde no se permite demostrar la tristeza o el enojo.
A veces también decimos “estoy bien” porque no queremos profundizar en nuestras emociones y decir no estoy bien significa tener que empezar a ver qué es lo que nos está provocando malestar.
Por ahí no queremos parecer vulnerables, ya que decir que no nos sentimos bien hace que el otro nos vea en un lugar donde nadie quiere estar, ya que en esta sociedad donde todo tiene que ser positivo, pum para arriba, de repente mostrarnos molestos o tristes, hace que la mayoría de las personas, no puedan contener esas emociones y te dicen: “tenés que estar bien” no sabiendo que a veces es necesario tocar eso que nos duele para estar un poco mejor.
A veces decimos: “estoy bien” para no generar conflictos, decir lo que uno siente sobre todo si no lo hacemos de una manera asertiva, nos lleva a confrontar y no queremos ser esa persona “difícil”, ya que cuando todos dicen estar bien nos sentiremos algo así como la oveja negra.
Pero hay que saber que la ciencia hoy nos dice otra cosa, un estudio realizado en la universidad de Arizona reveló que las personas que fingen estar bien con sus compañeros de trabajo terminan sintiéndose agotadas emocionalmente y son menos auténticas en sus relaciones.
Otro estudio de psicólogos de la Universidad Estatal de Michigan, por ejemplo, descubrieron que cuantas más sonrisas finjamos, peor será nuestro estado de ánimo al terminar el día y más probabilidades existen de que esté marcado por la irritabilidad, la ira y la tristeza.
A veces, sólo tenemos que darnos el permiso para no sonreír cuando no queremos. No intentar agradar a todos, dejar de presionarnos para parecer perfectos, permitirnos no estar bien todo el tiempo y expresarlo. Pedir ayuda, si la necesitamos y nos daremos cuenta que hay muchas más personas dispuestas a darnos una mano de lo que suponemos.
Cuando somos más auténticos podemos crear relaciones más sólidas y satisfactorias, conectar de verdad. Aunque no sea la verdad absoluta que la tiene Dios, pero sí nuestra verdad, por ahí darnos cuenta que a veces no podemos con todo. Pero necesitamos reconocer que no estamos bien, que estamos cansados, luchando heridos, asustados o enojados, y que tampoco estamos así siempre. Son emociones que van y vienen.
Cuando empezamos a ser más sinceros nos mostramos vulnerables, habilitamos al otro a que también diga no estoy bien y pueda hablar de lo que siente, ya que decir: “estoy bien” cuando no lo estamos es un hábito social que podemos ir cambiando empezando a hablar.
Bendiciones.